Tel interminable Crisis griega La semana pasada asistimos a una aceleración dramática: el gobierno presentó una lista de propuestas, la troika (el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) volvió con una lista propia, el lado griego los rechazó de plano, debate parlamentario Siguió en Atenas durante el cual el primer ministro repitió el rechazo, y finalmente Grecia no cumplió con el pago previsto al FMI el 5 de junio, presumiblemente agrupando todos sus pagos para fin de mes.
Después de cinco años de fracaso catastrófico, existe la sensación de que la crisis está a punto de llegar a un desenlace, que tal vez implique una cesación de pagos y una salida. Hay frustración entre la población por lo que se percibe como una actitud inflexible de los prestamistas. Pero también existe una profunda preocupación respecto de las implicaciones del default y la salida.
Las propuestas por parte del Syriza gobierno representan un compromiso doloroso en comparación con sus promesas electorales. Ha aceptado objetivos fiscales estrictos y, para alcanzarlos, ofrece aumentar el IVA sobre varios bienes, al tiempo que impone una carga fiscal sustancial a los ricos, logrando así cierta redistribución. También ha suavizado sus políticas de privatización y pensiones. A cambio, está pidiendo a la troika una inyección inmediata de liquidez, así como un compromiso serio para reducir la deuda griega y promover la inversión a largo plazo. Apenas hay nada revolucionario, ni siquiera particularmente radical, en estas demandas.
La respuesta de los acreedores de la eurozona, a juzgar por un documento “oficial” filtrado, ha sido despiadada. Han fijado objetivos fiscales ligeramente superiores a los de Syriza, pero para alcanzarlos exigen un aumento sustancial del IVA, incluido un aumento del 10% en la electricidad, golpeando así a los más pobres donde más duele. También exigen la abolición de los subsidios y las medidas de alivio fiscal (incluso para los agricultores y los pensionistas pobres), y recortes en las pensiones. Finalmente exigen el fin de la negociación colectiva, ningún aumento del salario mínimo y privatizaciones sostenidas.
Se trata de medidas familiares propuestas por el FMI en muchas ocasiones en todo el mundo. Representan un pensamiento económico fallido y obsoleto, y es probable que signifiquen un bajo crecimiento, un alto desempleo y bajos ingresos. Peor aún, la troika no hace ninguna sugerencia sobre la liquidación de la deuda y las inversiones futuras.
Grecia se le ofrece sólo un respiro temporal en condiciones muy duras. Pronto tendrá que volver a la mesa de negociaciones para abordar las cuestiones de más largo plazo, que implican nuevos préstamos de quizás 40 a 50 millones de euros.
El gobierno de Syriza tuvo toda la razón al rechazar estas propuestas y disparar un tiro en contra de los prestamistas al negarse a pagar al FMI el 5 de junio. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué va a pasar ahora?
Es bastante evidente que los acreedores de la eurozona no tienen intención de ofrecer a Syriza un acuerdo que le permita reclamar siquiera una pizca de victoria. Syriza es un peligro demasiado grande para el status quo europeo y hay que bajarlo varios niveles. Habrá que hacerlo para cumplir con las duras políticas de austeridad que se han arraigado en la eurozona. En lo que respecta a los prestamistas, no hay otra opción para Grecia.
Si Syriza acepta tal acuerdo, firmará su propia nota de suicidio pero también, y más importante, la del país en su conjunto. Grecia debe contar urgentemente con un alivio de la deuda, un programa de inversión sostenido, un impulso de la demanda agregada, una redistribución del ingreso y la riqueza y una reforma profunda de su economía, su Estado y su sociedad. Cada vez está más claro que esto es imposible de lograr dentro de la eurozona, que insiste en continuar con las políticas fallidas del pasado.
Syriza llegó al poder prometiendo un cambio radical pero dentro de los límites de la eurozona. La actitud de los prestamistas deja cada vez más claro que estos dos objetivos son incompatibles. En efecto, se le pide a Syriza que se aleje aún más de su programa y acepte un compromiso aún más doloroso. Es poco probable que un compromiso así ponga a Grecia en el camino del desarrollo, y mucho menos de un desarrollo con justicia social.
Mientras tanto, la economía vuelve a avanzar hacia la recesión, la liquidez es extremadamente escasa, el sector público está retrasando los pagos internos y los depósitos se están fugando de los bancos. Sobre todo, el país no podrá hacer frente a los pagos de su deuda este verano. La crisis realmente está sobre nosotros.
La única fuerza política que podría sacar a Grecia de este atolladero sigue siendo Syriza, que todavía goza de un enorme apoyo popular. Si los prestamistas se muestran intransigentes, el gobierno debería examinar todos los caminos alternativos. Se equivocan quienes piensan que el país se someterá al chantaje porque no sabe manejar la alternativa. Grecia puede sobrevivir y lo hará.
ZNetwork se financia únicamente gracias a la generosidad de sus lectores.
Donar