Marta Harnecker, escritora y conferencista marxista de origen chileno, es una de las principales exponentes internacionales del proceso revolucionario en América Latina en la actualidad.
En la siguiente entrevista, ella esboza algunas de las lecciones que ha derivado de su experiencia con el gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende (1970-73) en Chile, que son aplicables a los intentos actuales en América Latina de construir “una sociedad alternativa al capitalismo que sea esencialmente democrático."
Harnecker es autor de numerosos libros y folletos sobre movimientos para construir “21st socialismo del siglo”, basándose en su participación de primera mano en tales experimentos en toda América Latina. En esta entrevista, como siempre, su énfasis está en las formas y métodos de organización popular, incluido el desarrollo de “una nueva militancia en la que la forma en que vivimos y trabajamos políticamente prefigura la nueva sociedad”, al tiempo que señala la necesidad de que las fuerzas anticapitalistas “Desarrollar un proyecto alternativo”.
Marta Harnecker será una oradora destacada en las sesiones de la Sociedad de Estudios Socialistas, que se reunirán en Ottawa del 2 al 5 de junio. (http://socialiststudies.ca/congress/2015-ottawa/).
Esta entrevista fue realizada en Buenos Aires por Isabel Rauber, una destacada marxista argentina, y transmitida en el programa de radio de Rauber el 16 de septiembre de 2013. La transcripción, de la cual he traducido la mayor parte, fue publicada por Rauber en su blog. Código Rauber. Las notas a pie de página son mías.
En sus comentarios introductorios, no traducidos aquí, Harnecker señala que durante la presidencia de Allende fue miembro de su Partido Socialista y editora de la revista política. chile hoy, publicado por la coalición Unidad Popular y abierto a toda la izquierda, incluido el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una corriente revolucionaria que brindó apoyo crítico al gobierno de Unidad Popular. (RF)
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Marta Harnecker, entrevistada por Isabel Rauber
¿Cuál cree que sería el mensaje fundamental para las tareas actuales que enfrentan los gobiernos populares del continente en relación con sus pueblos y con el poder?
Sabes, Isabel, creo que el proyecto socialista de Allende fue el precursor del 21.st socialismo del siglo XIX del que el presidente Chávez fue el gran impulsor.
Allende no sólo fue el primer presidente socialista del mundo elegido democráticamente,[ 1 ] fue el primero que intentó avanzar hacia el socialismo por la vía institucional y el primero en comprender que para ello debía tomar distancia del modelo soviético.
Que el socialismo no se podía imponer desde arriba, tenía que contar con el apoyo de una gran mayoría de la población, y tenía que ser parte de las tradiciones nacionales, un socialismo con vino tinto y empanadas como él lo designaba, es decir , una sociedad socialista democrática arraigada en las tradiciones nacional-populares.
Lamentablemente, el proyecto de Allende era demasiado heterodoxo para la izquierda chilena de entonces, una izquierda demasiado ortodoxa, pues sus posiciones no se correspondían con los nuevos desafíos que atravesaba el país. Les daré algunos ejemplos de esa ortodoxia:
Cuando Allende hablaba de la transición democrática al socialismo, algunos sectores de la izquierda pintaron en las paredes “¡Viva la dictadura del proletariado!”
Cuando Allende –consciente de que el electorado chileno estaba dividido muy aproximadamente en tercios: los conservadores, los democristianos y la izquierda, con una ligera preponderancia de la izquierda– planteó la necesidad de contar con el apoyo de los democristianos, con lo que el apoyo mayoritario se podía lograr para el proyecto, nuestra izquierda reaccionó de manera muy sectaria confrontando a los miembros de ese partido; nunca entendió la necesidad de aliarse con fuerzas que fueron designadas como burguesas.
Cuando Allende habló de ganar sectores de la burguesía para su proyecto, una parte importante de la izquierda reafirmó que nuestro enemigo era la burguesía en su conjunto.
Mientras Allende quería consolidar los avances logrados en el plano económico –propiedad estatal de las grandes empresas estratégicas, dejando muy claros los límites del poder en el que se apoyaba–, sectores de la izquierda se apoderaron de las pequeñas empresas y exigieron su nacionalización, exigiendo que Allende sea más radical.
Cuando Allende luchaba por lograr una dirección unida del proceso, los partidos más fuertes (los socialistas y los comunistas) hicieron públicas sus diferencias.
Una de las grandes limitaciones que tuvo el gobierno de Allende fue el marco institucional que heredó. Aunque el Presidente y la Unidad Popular claramente necesitaban elaborar una nueva constitución para cambiar las reglas institucionales y facilitar la transición pacífica al socialismo -y de hecho el Presidente Allende presentó a los partidos que integran la Unidad Popular una propuesta para una nueva constitución en Septiembre de 1972: nunca hizo una convocatoria para llevar a cabo este proyecto. Creo que es importante estudiarlo porque encarna las ideas de Allende sobre cómo se debe hacer la transición social a partir de la realidad chilena.[ 2 ]
Entonces, ¿por qué nunca hizo esa llamada? Porque pensaba que la Unidad Popular aún carecía del apoyo electoral mayoritario indispensable para llevar a cabo un proceso constituyente exitoso. La UP nunca logró alcanzar el 50% o más de los votos. La gran pregunta que la historia no puede responder es qué habría pasado si esa supuesta coalición política hubiera decidido ejercer sus fuerzas e ir casa por casa trabajando para ganarse a la población para su proyecto.
Quizás nos faltó audacia, la audacia que tuvo el presidente Chávez cuando la oposición convocó a un referéndum para derrocarlo y él aceptó entrar en la pelea aunque en ese momento las encuestas lo dejaban muy atrás. Aceptó intervenir en un momento en que estaba en desventaja, pero inmediatamente planeó cómo conseguir las fuerzas para ganar en este concurso y creó la idea de las patrullas, es decir, grupos de 10 personas que podían involucrar a personas que no eran miembros de partidos pero simpatizaban con Chávez; cada uno de ellos debía ganarse el apoyo de otros 10 yendo de casa en casa.
Otra lección que creo fundamental en el proceso chileno es la importancia de la organización popular en la base. Una de nuestras mayores debilidades fue no entender esto, delegar la acción política a los políticos, o mejor dicho, el hecho de que los políticos se apropiaron de la política y con ello los comités de la Unidad Popular –que fueron básicos para la victoria electoral de Allende- comenzaron a debilitarse. y desaparecer.
¿Cuáles son en su opinión los desafíos y las principales tareas de los movimientos populares y de la izquierda latinoamericana?
Creo que nuestra izquierda y nuestros movimientos populares deben estar muy conscientes de lo ocurrido en la experiencia chilena, para no repetir los mismos errores.
Tenemos que entender que para construir una sociedad alternativa al capitalismo que sea esencialmente democrática tenemos que poder ganarnos los corazones y las mentes de la mayoría de la gente.
La actual crisis del capitalismo significa que sectores cada vez más grandes se sienten afectados. Ya existen no sólo condiciones objetivas sino también condiciones subjetivas para que cada vez más personas entiendan que el capitalismo no es la solución a sus problemas cotidianos.
Necesitamos desarrollar un proyecto alternativo, y en esto las experiencias de los gobiernos y movimientos populares de los países más avanzados de nuestra región pueden ser especialmente valiosas.
Lo que se necesita es una nueva militancia en la que la forma en que vivimos y trabajamos políticamente prefigure la nueva sociedad.
Activistas que encarnan en su actividad diaria los valores que dicen defender. Deben ser democráticos, solidarios, dispuestos a cooperar con los demás, a practicar el compañerismo, la total honestidad y la sobriedad. Tienen que proyectar vitalidad y una actitud alegre ante la vida.
Mientras luchamos por la liberación social de la mujer, tenemos que empezar ahora a transformar las relaciones entre hombres y mujeres dentro de la familia.
Nuestros miembros deben poder aprender de los nuevos actores sociales del siglo XXI.st siglo. Son particularmente sensibles al tema de la democracia. Sus luchas generalmente han tenido como punto de partida la lucha contra la opresión y la discriminación. Por ello rechazan los intentos de manipularlos y exigen respeto a su autonomía y que se les permita participar democráticamente en la toma de decisiones.
Creo que nuestros miembros también deben ser disciplinados. Sé que este no es un tema muy comprensivo para mucha gente. Me gusta citar a uno de los coordinadores nacionales del MST, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, Joao Pedro Stédile, quien dice: “Si no tenemos un mínimo de disciplina, es decir, que la gente respete las decisiones de las distintas autoridades, No construiremos una organización.
“La disciplina consiste en aceptar las reglas del juego. Esto lo hemos aprendido incluso en el fútbol y en la Iglesia católica, que es una de las organizaciones más antiguas del mundo…. Si alguien está en la organización por voluntad propia tiene que ayudar a construir las reglas y respetarlas, tiene que ser disciplinado, tiene que respetar al colectivo. Si no, la organización no crece”.
Pero eso no significa que nuestros cuadros deban tener una mentalidad de orden y mando. Deben ser educadores populares, respetuosos de la iniciativa creativa del pueblo.
Por otro lado, se necesita una nueva cultura política, una cultura pluralista y tolerante que priorice lo que nos une por encima de lo que nos divide, que promueva la unidad en torno a valores como la solidaridad, el humanismo, el respeto a las diferencias, la defensa de la naturaleza, el rechazo al lucro. La motivación y las leyes del mercado como principios rectores de la actividad humana.
Necesitamos una izquierda que comience a darse cuenta de que el radicalismo no consiste en promover consignas más radicales o llevar a cabo acciones más radicales (que sólo unos pocos siguen porque asustan a la mayoría) sino en ser capaz de crear espacios de encuentro y lucha para amplias capas. porque encontrar que somos muchos cuando estamos en la misma lucha es lo que nos hace fuertes, lo que nos radicaliza.
Una izquierda que entiende la necesidad de ganar hegemonía, es decir, la necesidad de convencer, no de imponer.
Una izquierda que entienda que es más importante que lo que hemos hecho en el pasado lo que hagamos juntos en el futuro para conquistar nuestra soberanía y construir una sociedad que permita el pleno desarrollo de los seres humanos, la sociedad socialista del siglo XXI.st siglo.
Mensaje final
Por último, quiero decirles que mientras el capitalismo esté en crisis, no desaparecerá por sí solo. Si nuestros pueblos no se unen, organizan y luchan de manera inteligente, creativa y valiente, el capitalismo encontrará una manera de repararse a sí mismo.
Nuestros pueblos han dicho ¡BASTA y han comenzado a caminar, no deben detenerse ahora, la lucha es larga pero el futuro es nuestro!
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1 Comentario
¡Guau! Esto suena a trabajo.
Uno de los principales elementos de una mentalidad burguesa es la aversión a la voluntad de trabajar disciplinada, a veces abnegada y continua, para darse cuenta de que hay una razón por la que tenemos el término “clase trabajadora”.
Ahora conocí a Marta Hernecker y necesito leer su libro, “Un mundo para construir”. Esta experiencia combinada de conocer Chile con Allende y Venezuela con Chávez debe ser muy importante.