TEl pueblo haitiano no lo quería, incluso la mayoría de los candidatos lo rechazaron, entonces, ¿quién se suponía que se beneficiaría de las elecciones de noviembre en Haití? El ejercicio sólo tiene valor para quienes lo pagaron, Estados Unidos, que gastó 14 millones de dólares en este fraude con la esperanza de disfrazar el hecho de que Haití es una colonia estadounidense.
Las falsas elecciones haitianas pueden pasar a la historia como el ejercicio de hipocresía más extraño y macabro en la historia del imperialismo estadounidense. Al partido político más popular y único de Haití con un gran número de seguidores, la organización Fanmi Lavalas del presidente exiliado Jean Bertrand Aristide, se le prohibió postularse. Cuando llegó el día de las elecciones, 12 de los 19 candidatos denunciaban al gobierno por perpetrar un "fraude masivo" contra la ciudadanía. La participación probablemente no fue mucho mayor que un dígito, lo cual es habitual en las elecciones haitianas en las que no se permite participar al partido de Aristide, una parodia electoral equivalente a prohibir al Partido Demócrata en Nueva York o Boston.
Con al menos 1.5 millones de haitianos sin una vivienda adecuada, toda la población todavía conmocionada por la pérdida de 300,000 personas en el terremoto de enero, una economía en ruinas, una infraestructura inexistente y una terrible epidemia de cólera que podría extenderse a 200,000 personas, Haití es el último lugar para celebrar elecciones. Pero la pregunta más importante ha sido: ¿una elección para qué? No hay ningún Estado haitiano del que hablar, ni ningún premio que ganar. Haití ya no es una nación soberana, sino que ha sido reducida a un protectorado de Estados Unidos, Francia y Canadá, con soldados de la ONU con cascos azules actuando como seguridad. Los regímenes coloniales africanos franceses ejercieron más autoridad en la transición a la independencia que la que ejerce hoy el cascarón de gobierno de Haití.
La invasión estadounidense de 2004 y el secuestro y expulsión de su presidente abrieron Haití a la ocupación de las Naciones Unidas. Los propios haitianos llaman al país la "República de las ONG", con más organismos de "ayuda" extranjera per cápita que cualquier otro lugar del mundo, todos ellos haciendo lo suyo sin rendir cuentas a ningún haitiano, incluido el despreciado presidente saliente, René Préval. Sólo se ha gastado una fracción de los miles de millones recaudados para la reconstrucción tras el terremoto y sólo una pequeña parte de esa cantidad se asignó al gobierno haitiano.
Entonces, ¿qué elección, para qué gobierno? Estados Unidos insiste en considerar válidos los resultados, lo que puede significar que un cantante llamado "Sweet Micky", que a veces usa pañales en el escenario, se convertirá en el jefe de Estado nominal. ¿Y por qué no? No existe un Estado haitiano. Eso es algo que el pueblo haitiano debe construir, una vez que haya derrocado la dictadura de Washington.
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Glen Ford, periodista y locutor desde hace mucho tiempo, es cofundador de Informe de la agenda negra, donde apareció este artículo por primera vez. El es el autor de La gran mentira: un análisis de la cobertura mediática estadounidense de la invasión de Granada.