Las historias sobre los logros médicos cubanos a menudo señalan que la mitad de los 6,000 médicos del país se habían ido en 1963. Pero justo cuando los profesionales estaban abandonando su patria en masa por las comodidades de Miami, 3,000 médicos decidieron quedarse. ¿Por qué se quedaron? Más importante aún, el número de pacientes por médico ahora se duplicó. ¿Cómo afrontaron la enorme tarea de transformar la medicina? Además de tratar a los pacientes, sus objetivos incluían ampliar la atención médica a las regiones rurales; aumentar la educación médica para reemplazar a los médicos que se habían ido; hacer que la atención sea preventiva, orientada a la comunidad y centrada en las enfermedades tropicales; y rediseñar un sistema de salud fracturado y no cohesivo. Explorar los cambios durante este período transformador en la atención médica cubana requiere examinar las fuentes disponibles en Cuba, así como estudiar las historias orales de los médicos cubanos que vivieron durante la revolución.
Antes de 1959, Cuba experimentó tres revoluciones médicas. Los primeros “cuidados” habían sido primitivos. A pesar de la retórica de los invasores españoles, no hay evidencia de que trajeran técnicas superiores a las de los curanderos nativos siboney y africanos.1 La primera revolución médica (1790-1830) se produjo en medio de la brutalidad contra los esclavos. Uno de los primeros “dispositivos de seguridad” fue el uso de machetes por parte de los supervisores para cortar las manos de los esclavos atrapados en los rodillos. Estos acontecimientos no eran infrecuentes entre quienes se veían obligados a trabajar veinte horas al día. La revolución fue dirigida por Tomás Romay y Chacón (1764–1849), quien introdujo la vacunación contra la viruela en Cuba, promovió el saneamiento público y abogó por el tratamiento médico para los esclavos. Romay proporcionó a los practicantes cubanos una alternativa intelectual a la adhesión ciega a las tradiciones españolas.
Al igual que el levantamiento de 1959, la segunda revolución médica (1898-1922) siguió a una ola de médicos cubanos que abandonaron a sus pacientes. Los médicos huyeron del campo durante las dos guerras de independencia del país (1868–1878 y 1895–1898). En su ausencia, las enfermedades, ya rampantes, asolaron la isla. De los 200,000 soldados que España envió a Cuba durante la segunda guerra, 704 murieron en batalla, 8,164 murieron a causa de heridas y 53,000 murieron a causa de enfermedades, siendo la más virulenta la fiebre amarilla, que se cobró 13,000 vidas. Aunque Carlos J. Finlay, líder de la segunda revolución médica, había descubierto la transmisión de la fiebre amarilla ya en 1881, su investigación fue ridiculizada por profesionales médicos en Cuba, España y Estados Unidos, y sus hallazgos no se implementaron hasta 1900. Un año después, Cuba estaba libre de la enfermedad. Junto con el descubrimiento de los mosquitos como vectores de la malaria y la fiebre amarilla, la segunda revolución médica fue conocida por su énfasis en la microbiología y la inmunología. Como resume Ross Danielson en su historia de la medicina cubana, “la segunda revolución médica fue la culminación de la primera. El método científico, que ganó superioridad como recurso intelectual en el primer período, sólo produjo una tecnología práctica convincente en el segundo”.2
La tercera revolución médica (1925-1945) se caracterizó menos por nuevos descubrimientos que por una mayor concienciación. La división dentro de la comunidad médica se amplió a medida que se hizo cada vez más claro que cualquier solución a los problemas médicos de Cuba requeriría centrarse en las necesidades de la población rural, medicina preventiva a través de servicios baratos o gratuitos y la aplicación de nuevos conocimientos de medicina tropical y parasitología.3 Fue durante este período, en 1925, cuando apareció la primera organización de médicos del país, la Federación Médica Cubana (FMC). Ese año también se fundó la Confederación de Trabajadores de Cuba y el Partido Comunista de Cuba (PCC).4
En cuatro años, la FMC vio la formación de dos partidos políticos internos: Renovación, que impulsaba salarios más altos para los médicos y una mejor formación universitaria, y la Unión Federativa (UF), que representaba a los médicos de organizaciones médicas privadas más grandes. En 1932 Renovación se dividió en dos facciones más, Reformista y Ala Izquierda (Ala Izquierda). En 1938, la plataforma de la FMC pedía “controles farmacéuticos, protección contra accidentes de los trabajadores, una escala de salario mínimo para los médicos, prohibición de puestos múltiples, institucionalización de la carrera sanitaria, mejores hospitales, salud escolar, provisiones sanitarias para los pobres… [y] un plan de jubilación para médicos”.5 Aunque su programa reflejaba las opiniones de Ala Izquierda, la dirección de la FMC permaneció bajo el control de la UF, más conservadora. El creciente faccionalismo produjo otro partido más de izquierda, Acción Inmediata (AcIn), y un partido de derecha, Ortodoxos, que pidieron que se abandonara la exigencia de que los médicos no ocuparan múltiples puestos (lo que hacía a algunos ricos y a otros subempleados o desempleados).6
Las divisiones entre los médicos se intensificaron. AcIn ganó el liderazgo del Colegio Médico de La Habana en 1941, pero esta victoria izquierdista se revirtió cuando 1,000 médicos vinieron a votar en 1942. Ese mismo año, sin embargo, AcIn ganó el liderazgo nacional en la FMC, y en 1943 volvió a ganar en el Colegio Médico de La Habana. . Los miembros del PCC ocuparon puestos de liderazgo en el FMC desde 1943 hasta la revolución de 1959. En 1951, los médicos repitieron los llamamientos para una mejor organización de los hospitales, salarios mínimos, regulación de las especialidades y normas médicas modernas. Sobre todo, una profunda preocupación por la falta de atención sanitaria rural adecuada definió la tercera revolución médica.
Las tres revoluciones médicas vieron crecer el mutualismo desde una nota menor a un capítulo importante en la atención médica cubana. Los historiadores cubanos describen el mutualismo como “una forma de asistencia autofinanciada”, mediante la cual un pago mensual cubría el tratamiento, la hospitalización y los medicamentos.7 El primer plan mutualista se ofreció 400 años antes de la revolución cuando, en 1559, un médico español propuso un plan de atención médica a cambio de una tarifa regular. A lo largo de los siglos, el mutualismo creció hasta convertirse en subgrupos contradictorios que atendían a inmigrantes españoles, asociaciones comerciales o trabajadores sindicalizados. Al mismo tiempo existía la atención privada de pago por servicio. Una queja común era que los médicos mutualistas recomendarían médicos privados para los servicios no cubiertos por el plan mutualista y luego los dos médicos dividirían los honorarios. Sin embargo, las clínicas mutualistas proporcionaron una actitud colectiva hacia el trabajo médico, que llegaría a ser crítica después de la revolución de 1959. Junto al mutualismo y la atención de pago por servicio estaba el sistema médico estatal, que brindaba atención limitada a los pobres. En vísperas de la revolución de 1959, había sistemas médicos abundantes y superpuestos en las ciudades y negligencia en las zonas rurales de Cuba. De 456 instituciones de salud durante 1956, el 42.8 por ciento eran privadas o mutualistas. De ellos, el 52 por ciento estaban en La Habana.
Atención médica transformada
Diez años después de la revolución, Fidel Castro describió la enormidad de los problemas de atención médica que enfrentaba Cuba en enero de 1959:
Además, no había datos fiables sobre los indicadores de salud, un número insuficiente de médicos y dentistas capacitados y una grave falta de financiación de los pocos centros de investigación que existían. La industria farmacéutica estaba controlada en un 70 por ciento por extranjeros y creaba muchos productos que carecían de valor terapéutico. Sólo el 10 por ciento de los niños estaban cubiertos por atención pediátrica especializada. Los programas de vacunación no estaban disponibles.9
Cuando tenía ochenta y siete años, el Dr. José Gilberto Fleites Batista le recordó a Candace Wolf la época revolucionaria: “Antes de la Revolución, había grandes hospitales sólo en la capital, en las grandes ciudades, pero no en las zonas rurales, en el campo. y en la Sierra”.10 La proporción médico-habitante era de 1 a 248 en La Habana y de 1 a 2,608 en las provincias orientales. La educación médica era en gran medida teórica y ofrecía poca experiencia práctica. No había suficientes hospitales universitarios y la educación estaba orientada a ganar dinero. El Dr. Julio López Benítez completó su especialidad en nefrología pediátrica en 1960, poco después de que la escuela de medicina de La Habana reabriera sus puertas tras la revolución. Recuerda que “algunos estaban en la medicina como negocio. En el Hospital Calixto García 300 profesores cobraron a sus pacientes”.11
La principal tarea de atención médica durante los primeros cinco años de la revolución fue la creación de servicios. En 1959 se dio prioridad a la construcción de hospitales. En 1963, el gobierno revolucionario había establecido 122 centros rurales y 42 hospitales rurales, con 1,155 camas, 322 médicos y 49 dentistas. Para llevar a cabo la tarea principal, era necesario dar cohesión al desarticulado sistema médico. El 22 de enero de 1960, la Ley 717 creó el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y la Ley 723 estableció los Servicios de Salud Rural.12 A medida que el MINSAP consolidaba y ampliaba los servicios estatales, adoptó una actitud ambivalente hacia el mutualismo, que se basaba en servicios de propiedad privada. Sin embargo, habría sido un grave error intentar abolir las clínicas mutualistas durante los disturbios que siguieron a la revolución. Los servicios mutualistas generalizados proporcionaron un colchón para los efectos del abandono de la práctica privada por parte de los médicos al abandonar la isla. Esto disminuyó la presión sobre los servicios públicos a medida que se expandieron y reorganizaron. Con el paso del tiempo, las contradicciones dentro del mutualismo se intensificaron cuando sus miembros se dieron cuenta de que sus servicios eran inconsistentes y que las clínicas estatales podían obtener atención médica gratuita. En lugar de atacar el sistema, el MINSAP elaboró un informe de 1963 que describía cómo consolidar y racionalizar el mutualismo.
Los cambios revolucionarios no pueden realizarse mediante decreto legislativo. Requieren el tipo de campañas de movilización que azotaron a Cuba. Se hicieron esfuerzos para acabar con el desempleo, aumentar el salario de 350,000 trabajadores de la caña de azúcar, implementar un sistema de pensiones, poner fin a la discriminación en el acceso a las playas, construir 10,000 nuevas aulas y enviar 3,000 maestros a zonas rurales. Un nuevo sistema de racionamiento aseguró la distribución equitativa de alimentos y bienes de consumo. Insinuando la necesidad de atención preventiva, se centró en las mujeres embarazadas, los lactantes desnutridos y los niños con enfermedades crónicas.
La campaña de alfabetización fue la más conocida de estos esfuerzos de movilización. En 1953, el 23.6 por ciento de la población cubana era analfabeta (41.7 por ciento en las zonas rurales). En un solo año, se enseñó a leer y escribir a más de 707,000 personas. En unos pocos años, el analfabetismo se redujo a cero. Estas primeras campañas se lanzaron cuando los partidarios de Batista todavía deambulaban por el campo. El Dr. José Fleites recuerda: “Miles de estudiantes se fueron al campo a enseñar a la gente a leer y escribir. Fue una campaña hermosa, pero tuvo un precio duro. Los contrarrevolucionarios asesinaron a algunos de estos estudiantes idealistas”.
Por tanto, las campañas médicas y educativas fueron componentes esenciales de una transformación social mucho más amplia. En 1960, la Ley 723 exigía que los graduados en medicina pasaran un año en el servicio rural. En 1963, lo habían hecho 1,500 médicos y 50 dentistas. En febrero de 1960, el primer grupo de 357 médicos se dirigió a zonas rurales donde hasta entonces no había médicos. Muchos tuvieron que quedarse en casas de los campesinos, campesinos. Encontraron gente tan necesitada que inicialmente sólo podían proporcionarles medicinas curativas, en lugar de preventivas. Prevaleció la determinación por la medicina preventiva y, a finales de 1960, los médicos habían administrado el doble de vacunas DPT (contra la difteria, la tos ferina y el tétanos) que durante todo el período 1954-59.
La campaña contra la malaria comenzó en 1961. El año siguiente se llevó a cabo la primera campaña nacional de vacunación contra la polio, una campaña de agua potable, control de gastroenteritis y un importante programa para mejorar la capacitación del personal médico. Incluso hubo una campaña contra la rabia para los perros callejeros (perros callejeros). El MINSAP desarrolló 15 metas para 1962-65, que se centraban en “la mortalidad infantil, las vacunas, las mujeres embarazadas, las enfermedades transmisibles, las enfermedades infecciosas, la medicina preventiva, la salud de los trabajadores y las metas para administrarlas y registrar estadísticas sistemáticamente”.13 Al mismo tiempo, mejoró los planes de ayuda en caso de desastres causados por huracanes y redujo el precio de anteojos y medicamentos en un 50 por ciento.
Nuevos médicos, nueva educación
La ola de fervor revolucionario que arrasó la isla tomó una forma distintiva en la educación de las facultades de medicina. Batista respondió a las protestas cerrando la Universidad de La Habana, incluida su facultad de medicina, en 1957-58. Cuando reabrió sus puertas en 1959, había un nuevo enfoque en la educación. El Dr. Ezno Dueñas Gómez tenía especialidad en neonatología pediátrica y estuvo en la primera promoción en graduarse después de la revolución. Después de la revolución, me recordó a la edad de ochenta y cuatro años, “la cultura de la enseñanza cambió. En la educación médica clásica anterior a 1959, los estudiantes podían asistir a clase si lo deseaban y recibían poca experiencia práctica. Por eso podrían faltar a clases. Después de la revolución, los estudiantes tenían que ir a clase para realizar prácticas e ir a zonas rurales”.14
El Dr. Felipe Cárdenas Gonzáles se graduó en 1962 con la especialidad en cirugía cardíaca pediátrica. Observó una nueva forma de reclutar estudiantes: “Creamos una nueva cultura de medicina revolucionaria. Los profesores de medicina que se quedaron salieron en busca de buenos estudiantes que pudieran convertirse en médicos”.15 Inspirados por la matrícula gratuita, muchos de los nuevos estudiantes procedían de entornos de clase trabajadora. Una vez inscritos, encontraron una plétora de organizaciones revolucionarias. Los estudiantes entrantes debían tomar clases centradas en medicina rural y tropical, así como en ciencias preclínicas. Por primera vez, la facultad de medicina enseñó bioquímica. Las pasantías hospitalarias se convirtieron en un requisito previo para la graduación. Antes de 1959, se ofrecía un curso breve de medicina social en el último año, después de que los estudiantes ya habían formado sus perspectivas clínicas. Después de 1959, la medicina social se incluyó en el plan de estudios de cada año.
Quedó claro que la participación de los estudiantes y del gobierno estaba reformando los viejos sistemas de control docente sobre la educación. El 29 de julio de 1960, la facultad de medicina estaba dividida en partes iguales cuando se reunió para discutir una propuesta de Junta Superior de Gobierno para la universidad. Un mes después, en agosto de 1960, sólo quedaban diecinueve profesores en la facultad de medicina, la única en Cuba. Formaron un núcleo de médicos jóvenes y competentes que asumieron responsabilidades monumentales para sostener la formación médica.
Para dar cabida a más estudiantes, el número de hospitales universitarios aumentó de cuatro a siete y se abrieron nuevas escuelas de medicina en Las Villas y Santiago de Cuba. Estudiantes y médicos se adaptaron a las extenuantes exigencias de la revolución. “Nadie descansó durante esos años”, recuerda el Dr. Felipe Cárdenas. “Trabajamos tan duro como necesitábamos. Hice guardia durante 24 horas y luego me operaron y luego tuve que estudiar y escribir un trabajo para los nuevos estudiantes”. El MINSAP contrató instructores médicos de 26 países: 120 llegaron en 1964 y 92 en 1965. La mayoría procedía de Argentina, México y Ecuador. Otros eran de Bulgaria, la Unión Soviética, Checoslovaquia y Hungría.
Ross Danielson escribe que “otras respuestas de la universidad a la fuga de médicos incluyeron una reducción del período previo a la pasantía de 6 a 4 años, y de 4 a 3 años en odontología”.16 Pregunté a cuatro médicos –Dueñas, López, Cárdenas y Mena– cómo afectó el período reducido a la enseñanza, y todos negaron que tal proceso hubiera ocurrido. El doctor Julio López fue enfático: “Participé en la elaboración del plan de estudios de catorce planes educativos, a partir de 1963, y nunca tuvimos menos de seis años de estudio”.17 Aunque acortar el período requerido de estudios médicos podría parecer un curso intensivo eficiente para capacitar a más médicos, parece poco probable que alguna vez se haya hecho. De 1959 a 1962 Cuba graduó a 1,497 médicos. De 1963 a 1969, tuvo un promedio de 498 graduados por año. Esto significó que a finales de 1963, cinco años después de la revolución, el país todavía tenía aproximadamente 1,000 médicos menos que los 6,000 que ejercían la medicina en enero de 1959. Aunque los primeros cinco años de la revolución habían transformado la cultura de la medicina y brindado atención a entre los que nunca lo habían recibido, la proporción médico-paciente no había mejorado.
“Donde la Revolución me Necesita”
El nuevo gobierno, y en particular Fidel, recibieron una tremenda respuesta a los llamados a compromisos revolucionarios. El entusiasmo del Dr. José Fleites nació del disgusto hacia el régimen de Batista:
Incluso antes de que el gobierno exigiera el servicio médico rural, el 29 de noviembre de 1959, los estudiantes de medicina se reunieron para prometer su voluntad de ir a la Cuba provincial. Poco después de que el Dr. Julio López se graduara de la facultad de medicina, “un amigo me preguntó por qué enviaban médicos a Santiago cuando en La Habana no había suficientes y le dije que en Santiago había aún menos. Todos somos cubanos”.
A medida que la sociedad cubana se polarizaba, los estudiantes ingresaban a la escuela de medicina con la expectativa de que serían capacitados no para beneficio personal, sino de acuerdo con las necesidades de la sociedad. Renunciando a la práctica privada, un comentario popular entre los estudiantes fue que irían “a donde la revolución me necesite”. En 1963, quienes ingresaban en la facultad de medicina tenían muy claro que eran diferentes de los estudiantes principiantes anteriores.
El deseo de ir al campo también se encendió entre los médicos en ejercicio. El doctor José Fleites quedó profundamente afectado por su charla con el nuevo ministro de Salud: “Ese ministro me conocía y me habló de ir con ellos. Necesitaban que muchos médicos fueran a varios lugares de la Sierra Maestra, para brindar atención a los campesinos. Y dije '¡Sí, voy a ir!'”. El Dr. López observó que “Fidel tuvo una enorme influencia después de la campaña de alfabetización. Pidió que la gente estudiara medicina y muchos de los que respondieron al llamado fueron adolescentes”. Uno de esos adolescentes fue el Dr. Oscar Mena Héctor, quien me habló cuando tenía sesenta y dos años. Escuchó el llamado de Fidel cuando estaba en la secundaria. Hizo los exámenes de acceso a la facultad de medicina cuando tenía catorce años. Entonces no pasó; pero lo hizo en 1970 y se convirtió en médico en 1976. Las campañas médicas en las zonas rurales de Cuba afectaron profundamente a quienes participaron. El Dr. Fleites “siempre recordará el caso particular de un niño pequeño deshidratado. Le dimos infusiones intravenosas porque tenía diarrea. Recuerdo bien a ese niño porque habría muerto de deshidratación si no hubiéramos estado allí”.
Internacionalismo médico
El sistema médico de Cuba interactuó con otros países de muchas maneras. Ya en abril de 1961, Cuba firmó un acuerdo de cooperación con Checoslovaquia. Al año siguiente envió técnicos a Bulgaria para estudiar medicina preventiva. Alemania Oriental llegó a un acuerdo en 1964 para enviar suministros ortopédicos. Cuba también envió médicos al extranjero. En marzo de 1960, sólo quince meses después de la revolución, un terremoto azotó Chile y Cuba envió un pequeño número de médicos por un breve período. Al año siguiente, Cuba envió armas a los argelinos que luchaban por la independencia de Francia. El barco regresó con setenta y seis argelinos heridos y veinte niños refugiados.
Una brigada médica enviada a Argelia en 1963 contaba con cincuenta y cinco cubanos, entre ellos veintinueve médicos. Eran cuarenta y tres hombres y doce mujeres. Los detalles de esta misión no se conocieron ampliamente hasta que Hedelberto López Blanch publicó Historias secretas de médicos cubanos, una colección de historias orales de trabajadores médicos cubanos que prestaron servicios en África en las décadas de 1960 y 1970.19 Una de las médicas que viajó a Argelia fue Sara Perelló, que tenía ochenta y cuatro años cuando López la entrevistó. Ella acababa de graduarse de la especialidad en pediatría. Su madre escuchó a Fidel decir que la fuga de médicos a Francia dejó a los argelinos en una situación incluso peor que a los cubanos: “Hay 4 millones de argelinos más que cubanos, pero sólo tienen un tercio de los médicos que tenemos nosotros”.20 Después de que su madre llegó a casa y le dijo que necesitaba ayudarlos, la doctora Perelló fue al MINSAP para ser voluntaria. Le preocupaba irse porque su anciana madre padecía la enfermedad de Parkinson. Su madre respondió que la hermana y el marido de Sara la ayudarían al igual que el gobierno. "Ahora lo que hay que hacer es seguir adelante y no preocuparse por su madre, que estará bien atendida".21
Cuando el Dr. Pablo Resik Habib tenía setenta y seis años, le dijo a López que había sido elegido para encabezar la misión argelina en gran parte debido a su herencia árabe. Había trabajado como anestesiólogo, primero en un hospital y luego en una clínica mutualista. Dejó a su hija de tres meses al cuidado de su esposa, quien apoyó los esfuerzos internacionales. A los miembros de la brigada se les prometió un pequeño estipendio y sus salarios irían a sus familias. El Dr. Resik describió la precaria inmersión en la primera misión internacional de Cuba: “Nos encontramos en un país árabe, musulmán, con hábitos, costumbres y culturas muy diferentes a las nuestras”.22
La doctora Zoila Italia Suárez habría culminado su especialidad en pediatría; pero, debido al cierre de la universidad por parte de Batista, su graduación se retrasó hasta 1960. Se dirigió inmediatamente a la provincia de Granma para prestar sus servicios rurales. Su reclutamiento para la brigada argelina personificó la transición de las campañas para poner fin a la dicotomía rural/urbana dentro de Cuba al internacionalismo médico. La voluntad de salir de La Habana para ir a la Cuba rural se transfirió fácilmente a la voluntad de salir de Cuba para ayudar a satisfacer las necesidades médicas en África. La Dra. Italia enfatizó que el idioma era su principal problema. Durante el tratamiento tendría un traductor de árabe a francés y un segundo de francés a español. Cuando una mujer trajo a un niño pero hablaba una forma de árabe que el traductor no entendía, la madre tomó su mano y la colocó sobre el abdomen de su hijo. Al sentir un tumor, lo envió inmediatamente al hospital. Aprendió a diagnosticar basándose en dónde la madre tocaba al niño o si estornudaba o tosía.
La misión enseñó al personal valiosas experiencias médicas. El Dr. Italia fue testigo de “muchas enfermedades que eran raras o inexistentes en Cuba. Vi mucha tuberculosis, desnutrición, malaria, enfermedades parasitarias e infecciones bacterianas…. En Constantina, un hospital militar estaba completamente vacío porque los médicos franceses se habían marchado”.23 Ernesto “Che” Guevara dejó una profunda huella en esta misión formativa. El doctor Italia recordó que “el Che nos visitó cuando llevábamos apenas un mes en Argelia. Nos preguntó si teníamos alguna dificultad y cómo podíamos interactuar con los pacientes sin conocer su idioma. El Che sólo estuvo unas horas con nosotros; pero nosotros fuimos distribuidos en varias provincias y él fue por todo el país”.24 “Una tarde nos dijeron que el Che nos encontraría al día siguiente a las 7 de la mañana”, recordó el doctor Perelló. “No pensábamos que eso sucedería porque en Argelia nadie viaja de noche. Pero cuando llegamos a la casa de gobierno el 13 de abril de 1963, el Che nos esperaba en la puerta”. El Che le pareció serio hasta el punto de ser ascético: “El Che nos dijo que nos olvidáramos del verdor y las palmeras de Cuba y nos dedicáramos a nuestro trabajo”.25 Las experiencias argelinas dejaron a los cubanos historias que inspirarían a los estudiantes de medicina durante décadas. El Dr. Resik enfatizó: “Recibí mucho más de esta misión de lo que le di…. Estoy orgulloso de haber sido uno de los pioneros de este enorme ejemplo que la pequeña Isla del Caribe le ha dado al mundo”.26
Los 3,000 que se fueron
Muchos médicos cubanos no tenían ningún deseo de ir a provincias y mucho menos al desierto argelino. Dos grandes oleadas de médicos abandonaron Cuba. El primero acompañó a los enormes cambios en la prestación de servicios de salud durante los primeros años. Muchos eran propietarios de clínicas privadas, directores de centros mutualistas y médicos que disfrutaban de altos ingresos gracias a la práctica privada. La segunda ola fue provocada por la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961 y la crisis de los misiles de octubre de 1962. El doctor López señaló que “en el Hospital William Soler había 59 médicos. En un día de febrero de 1961, se fueron 26. Esto fue aproximadamente un mes antes de Bahía de Cochinos. Debieron haber sabido que esto sucedería y se fueron antes”.
Muchos partieron con la llegada del servicio rural, que los llevaría a lugares que carecían de las comodidades de La Habana. El Dr. Cárdenas opinó que “Fue similar a Brasil donde muchos médicos no quieren ir a las zonas donde más se necesitan”. Y añadió: "La mayoría de los médicos que se fueron no eran ricos pero se identificaban con ellos". Las campañas de alfabetización, médicas y de otro tipo que afectaron a las clases pobres, trabajadoras y agrícolas de Cuba fueron una afrenta a los estilos de vida de la clase media. Fue más allá de la interrupción de la facultad de medicina: cuando Batista cerró la universidad entre 1957 y 1958, no hubo un gran éxodo de profesores de medicina. El Dr. Dueñas sugirió: “Sabían que las puertas estaban abiertas para ellos en los Estados Unidos. Muchos médicos fueron a Miami no porque fueran contrarrevolucionarios sino porque podían tener tantas cosas en Estados Unidos”.
Pregunté a cuatro médicos –López, Cárdenas, Dueñas y Mena– si la diferencia entre los que se fueron y los que se quedaron fue principalmente una brecha generacional, y todos respondieron que no, la edad no tenía nada que ver. También coincidieron en que no era posible saber cómo reaccionaría un médico ante la revolución por su riqueza. “Roberto Guerra era un cirujano rico y conocido”, señaló el Dr. Dueñas. “Era muy carismático, sin hijos pero amante de las estrellas de cine. Fue el primero en abandonar su práctica privada y donó su clínica a la revolución para que pudiera usarse para la enseñanza”. "Dr. José Resno Albara renunció a sus millones de dólares y ayudó a fundar la nueva medicina revolucionaria”, añadió el Dr. López. "Algunos médicos apoyaron la revolución después de que ocurrió, pero algunos habían sido revolucionarios". “¿Significa esto que antes de 1959 no se podía saber quién ayudaría y quién no?” Pregunté y escuché un enfático "¡Sí!"
Si bien sería una exageración dar a entender que no había relación entre las actitudes de los médicos antes y después de la revolución, también sería una exageración sugerir que las acciones anteriores a 1959 siempre podían predecir las lealtades de un médico una vez que Batista estuviera fuera. Ciertamente hubo algunos que quedaron cautivados por el Movimiento 26 de Julio y que quedaron consternados una vez que vieron sus ideas realmente implementadas, en lugar de abandonarlas, como en tantas otras revoluciones latinoamericanas exitosas. Por el contrario, muchos se mantuvieron al margen de la lucha, tal vez creyendo que Cuba nunca podría experimentar una transformación genuina, pero se lanzaron a la lucha una vez que vieron que esto ocurría. El contraste definitorio entre los médicos que se quedaron y los que se fueron fue su actitud hacia la revolución misma: si estaban embelesados o repelidos por los cambios que se desarrollaban ante ellos.
La raza y la revolución médica
Los cubanos de ascendencia africana se concentraban en la parte rural oriental de la isla, más cercana a Haití y donde Santiago de Cuba es la ciudad más grande. Es difícil exagerar la importancia de la revolución de 1959, que marcó el comienzo de los cambios más significativos en las vidas de los cubanos negros desde la abolición de la esclavitud. Los llamamientos a servir en las zonas rurales y las provincias orientales fueron sinónimos de llamamientos a luchar contra el racismo estructural. Estos cambios inspiraron al Dr. López a ofrecerse como voluntario para el servicio: “Estaba haciendo investigación genética como pediatra cuando me dijeron que en Santiago estaban muriendo niños y que necesitaba llegar allí; así que me fui a Santiago a principios de los años 60 para una rotación de tres meses”.
El racismo prerrevolucionario no había sido sutil ni limitado. A menudo fue abierto e intransigente. El Dr. López describió “un hospital que afirmaba estar dedicado a objetivos religiosos; pero sólo aceptaba pacientes blancos y no aceptaba pacientes negros”. La familia del Dr. Mena conocía bien el racismo. Su “primo, José Villena, estudió medicina pero era pobre y tenía que vender tomates para comprar libros. Aprobó todos los cursos, pero después de su último examen supo que no sería médico porque era negro”. Los estudios culminaron con un examen judicial y un médico examinador se negó a aprobar a estudiantes negros. “Dos años después, en 1959, aprobó sus exámenes y se convirtió en médico”. Su primo ejerció la medicina interna en Camagüey hasta su muerte.
Sin embargo, el período prerrevolucionario no estuvo exento de esfuerzos antirracistas en la atención de salud. En 1938, el Sindicato de Trabajadores del Transporte, liderado por los comunistas, inició un plan de salud mutualista con una clínica para sus trabajadores, el Centro Benéfico. Después de cinco años, ofreció el plan a otros trabajadores y en 25,000 inscribió a 1959”.El Centro Benéfico”, señala Ross Danielson, “Era la única clínica mutualista que atendía a un número sustancial de cubanos no blancos y los atendía sin discriminación ni segregación.” (cursiva en original).27 El envío de equipos médicos a comunidades urbanas pobres, zonas rurales y la parte oriental de la isla, con la coordinación del gobierno revolucionario, se produjo al mismo tiempo que manifestantes estadounidenses por los derechos civiles eran golpeados por la policía y atacados por perros por exigir el derecho a siéntese en mostradores de almuerzo "solo para blancos". Este contraste no pasó desapercibido para los cubanos ni para los funcionarios del gobierno en Estados Unidos.
Una nueva conciencia
La contradicción central a la que se enfrentaba la medicina revolucionaria era cómo hacer mucho más con mucho menos y al mismo tiempo pensar y planificar con mayor profundidad que nunca. En sus escritos veinte años después de la revolución, Roberto Capote Mir resumió los primeros logros del período: la creación de un sistema de salud unificado; aumentar las camas de hospital y las instalaciones de atención de salud, especialmente en las zonas rurales y orientales de Cuba; aumentar todas las categorías de trabajadores de la salud; y lograr “la participación activa de las masas en la solución de los problemas de atención de salud”.28 De las muchas organizaciones creadas en ese momento, las más importantes con diferencia para la medicina fueron los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), organizados en 1960 para protegerse contra la contrarrevolución. Los CDR participaron en múltiples campañas de salud y, después de 1962, fueron responsables de la inmunización contra la polio.
En un clima político diferente, los médicos se convirtieron en personas diferentes. “Cuando comencé mi carrera médica”, me dijo el Dr. López, “pensé que si un niño moría de hambre no era mi problema como médico. Pero ahora entiendo que es mi problema”. El doctor Cárdenas no quedó menos afectado:
Cuando los médicos comenzaron a actuar como un “cuadro” médico, se percibieron a sí mismos como parte de una agenda política más amplia. Un graduado de la escuela de medicina “no podía dejar de ver sus propios esfuerzos como sólo una parte de un conjunto de medidas relacionadas con la salud: reforma agraria, nuevas carreteras, métodos agrícolas mejorados, escuelas, programas de alfabetización, dieta mejorada y fin del desempleo estacional”. .”29
El imperativo de servir a los desatendidos se convirtió en la idea rectora de la medicina en Cuba. Como se había dado cuenta Karl Marx, “la teoría se convierte en una fuerza material cuando se apodera de las masas”.30 El mero deseo de los médicos aislados de brindar atención gratuita a las multitudes de cubanos empobrecidos no podría por sí solo cambiar la medicina, como tampoco podría hacerlo un gobierno que intentara crear un nuevo sistema médico por decreto, si estuviera aislado del estado de ánimo del país. Pero en un país donde miles de médicos habían luchado durante décadas para crear una atención médica equitativa, un gobierno revolucionario que reflejara esa conciencia podría unir esas luchas y remodelar la medicina.
La conciencia de los 3,000 que se quedaron se convirtió en la “fuerza material” en la producción de atención sanitaria cubana, una fuerza tan material como la fabricación de productos farmacéuticos o la construcción de hospitales. La medicina se vio afectada por esa conciencia al menos tanto como la odontología cubana se vio afectada por los recientemente desarrollados taladros de alta velocidad que Fidel adquirió como rescate de Estados Unidos por el regreso de los mercenarios capturados después de la invasión de Bahía de Cochinos.
Sin embargo, aún quedaba por responder si esta nueva conciencia médica sería lo suficientemente poderosa como para superar nuevos desafíos. La necesidad de servicios básicos era tan grave que satisfacerla significaba construir instalaciones físicas y centrarse en enfermedades y problemas de salud específicos. La relación de las instituciones de atención de salud con las comunidades a las que servían siguió siendo prácticamente la misma. Si bien el policlínico municipal iniciado en 1962 ofreció una nueva orientación, el ambiente de crisis interfirió en la expansión de este cambio de paradigma.31 La pregunta persistía: una vez que mejorara la prestación de servicios, ¿podría el campo médico planificar y promulgar cambios fundamentales en la forma en que se prestaba la atención sanitaria?
Otra nube oscura se cernía sobre la medicina: la mortalidad infantil aumentó durante los primeros años de la revolución.32 Es probable que una parte del aumento se debiera a mejores estadísticas. Algunas muertes infantiles que no se habrían tabulado antes de 1959 se registraron después de la revolución. La revolución estaba haciendo todo lo humanamente posible para proporcionar vacunas y otros servicios pediátricos, pero la fuga de médicos pasó factura. Las escuelas trabajaban sin dormir para ampliar todo tipo de formación médica y los médicos estaban distribuidos de forma mucho más equitativa por toda la isla. Sin embargo, a finales de 1963 todavía había una proporción médico-paciente más baja que en enero de 1959. La pregunta persistía: ¿podrían los nuevos estudiantes continuar con un ritmo tan intenso y aumentar su número en los años venideros?
Aunque los logros médicos se hicieron sentir en toda la isla, el viaje de cincuenta y cinco miembros del personal médico a Argelia no fue bien publicitado. Cinco años después de la revolución, nadie sabía cuál sería su impacto. ¿Será visto más tarde como un desperdicio de recursos que se necesitan desesperadamente? ¿O sería posible que las experiencias adquiridas en la misión argelina se combinaran con enfoques médicos que aún eran embrionarios dentro de Cuba, y que este matrimonio transformaría los sueños revolucionarios en una fuerza material en la producción de una nueva medicina global?
Don Fitz es el editor de Synthesis/Regeneration: A Magazine of Green Social Thought y co-coordinador del Partido Verde de St. Louis.
La autora desea agradecer a Candace Wolf por hacer disponible su entrevista con el Dr. José Gilberto Fleites Batista; Hedelberto López Blanch por concertar entrevistas con el Dr. Julio López Benítez, el Dr. Felipe Cárdenas Gonzáles y el Dr. Ezno Dueñas Gómez; y Rebecca Fitz por la traducción. Gracias también a Steve Brouwer, John Kirk y Joan Roelofs por sus útiles comentarios sobre un borrador anterior de este artículo.
Notas
- ↩Ross Danielson,Medicina cubana (New Brunswick, Nueva Jersey: Transaction, 1979), 22.
- ↩Danielson,Medicina cubana, 221-22.
- ↩José R. Ruíz Hernández,Cuba, Revolución Social y Salud Pública (1959-1984) (La Habana: Editorial Ciencias Médicas 2008), 13; Danielson,Medicina cubana, 131–33, 222–24.
- ↩Julia E. Sweig,Cuba: lo que todos deben saber (Oxford: Oxford University Press, 2009), 37; Danielson,Medicina cubana, 103-104.
- ↩Danielson,Medicina cubana, 107.
- ↩No parece haber ninguna conexión con el partido político nacional, Ortodoxos, que atrajo al joven Fidel Castro en 1947. Véase Peter G. Bourne,Fidel (Nueva York: Dodd, Mead, 1986), 39, 53.
- ↩Ruiz,Cuba, Revolución Social y Salud Pública, 10.
- ↩Ruiz,Cuba, Revolución Social y Salud Pública, 17.
- ↩Berta L. Castro Pacheco et al.,Experiencia cubana en la atención de la salud infantil: 1959-2006 (La Habana: Ministerio de Salud Pública, 2010), 5.
- ↩Candace Wolf, “The Zen of Healing: Spoken Histories of Dr. José Gilberto Fleites Batista and Dr. Gilberto Fleites Gonzalez”, La Habana, Cuba, enero de 2013 (manuscrito inédito). En 1925 nació el Dr. José Gilberto Fleites Batista.
- ↩Entrevista del autor con el Dr. Julio López Benítez (nacido en 1933), La Habana, Cuba, 26 de diciembre de 2013.
- ↩Roberto E. Capote Mir, “La evolución de los servicios de salud y la estructura socioeconómica en Cuba, Segunda Parte: Periódo posrevolucionario”, (La Habana: Instituto de Desarrollo de la Salud, 1979), 53; Ruiz,Cuba, Revolución Social y Salud Pública, 29.
- ↩Ruiz,Cuba, Revolución Social y Salud Pública, 43–44, 64.
- ↩Entrevista del autor con el Dr. Enzo Dueñas Gómez (nacido en 1929), La Habana, Cuba, 26 de diciembre de 2013.
- ↩Entrevista del autor con el Dr. Felipe Cárdenas Gonzáles (nacido en 1935), La Habana, Cuba, 26 de diciembre de 2013.
- ↩Danielson,Medicina cubana, 141.
- ↩Entrevistas del autor con el Dr. Oscar Mena Héctor (nacido en 1951), 21 de diciembre de 2013 y 1 de enero de 2014.
- ↩Wolf, "El Zen de la curación".
- ↩Hedelberto López Blanch,Historias Secretas de Médicos Cubanos (La Habana: Centro Cultural de la Torriente Brau, 2005). En 1920 nació la Dra. Sara Perelló, el Dr. Pablo Resik Habib en 1930 y la Dra. Zoila Italia Suárez en 1927.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 9, 216.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 223.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 217-18.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 235.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 236.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 224.
- ↩Blanquear,Historias Secretas, 221.
- ↩Danielson,Medicina cubana, 120.
- ↩Capote, “La evolución de los servicios de salud”, 57.
- ↩Danielson,Medicina cubana, 134.
- ↩Karl MarxLa crítica a la filosofía del derecho de Hegel, citado en Georg Lukács,Historia y conciencia de clase (Cambridge, MA: MIT Press, 1968), 2.
- ↩Linda M. Whiteford y Lawrence G. Branch,Atención Primaria de Salud en Cuba: La otra revolución (Lanham, MD: Rowman y Littlefield, 2008), 20.
- ↩Whiteford y rama,Atención Primaria de Salud en Cuba, 54; Pacheco et al.,Experiencia cubana, 42.
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