La opinión política árabe se divide en dos categorías principales: aquellos que condenan los bombardeos asesinos y destructivos de ciudades y zonas rurales sirias por parte del régimen sirio y su amo ruso y guardan silencio sobre los bombardeos asesinos y destructivos de ciudades y zonas rurales yemeníes por parte de Arabia Saudita. -coalición liderada por, cuando no apoyan a esta última; y aquellos que condenan los bombardeos asesinos y destructivos de ciudades y zonas rurales yemeníes por parte de la coalición liderada por Arabia Saudita y guardan silencio sobre los bombardeos asesinos y destructivos de ciudades y zonas rurales sirias por parte del régimen sirio y su amo ruso, cuando no lo hacen apoyar a este último.
Apenas escuchamos la voz de la tercera categoría, aquellos que condenan ambos bombardeos y los consideran igualmente criminales (aunque no se puede negar que los bombardeos del régimen sirio y su amo ruso han causado muchas más muertes y destrucción que los otro). Y, sin embargo, esta tercera categoría existe y ciertamente es más amplia y está más extendida de lo que su silencio haría creer.
Es la categoría de quienes anteponen los intereses y la seguridad de las poblaciones a todas las consideraciones políticas y rechazan la lógica deplorable según la cual "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", independientemente de la naturaleza de este "amigo", de los valores que representa y los objetivos que persigue. La verdad es, de hecho, que las fuerzas contrarrevolucionarias que se movilizaron contra el gran levantamiento árabe de 2011, conocido como el Primavera árabe, son de varios tipos y formas.
Tanto el régimen sirio como el saudita son pilares clave del viejo y podrido régimen árabe contra el cual los levantamiento se levantó, con el sueño de poder barrerlo y reemplazarlo con un orden que proporcione “pan, libertad, justicia social y dignidad nacional”: el eslogan que se cantó en la plaza Tahrir de El Cairo y en muchas otras plazas proporciona el mejor resumen. de las aspiraciones de la Primavera Árabe. El propósito de ambos bombardeos –el perpetrado por el régimen sirio y su amo ruso y el perpetrado por el régimen saudí y sus aliados– es esencialmente uno: ambos apuntan a enterrar el proceso revolucionario iniciado en Túnez el Diciembre 17, hace seis años.
El papel del régimen sirio y sus aliados iraníes (con auxiliares) y rusos a la hora de enfrentar la revolución siria y reprimirla con los medios más feos y viles a costa de masacres y destrucción indecibles es tan claro como podría serlo, excepto a los ojos de de quienes no quieren ver y persisten en negar la realidad o se esfuerzan en justificarla presentando el levantamiento como una conspiración extranjera, repitiendo así el argumento desgastado de todos los regímenes reaccionarios que se enfrentan a levantamientos y revoluciones.
En cuanto al papel del régimen saudita a la cabeza de la reacción árabe, está atestiguado por toda la historia del reino, especialmente desde que vientos de liberación del colonialismo y el imperialismo comenzaron a soplar sobre la región árabe. Desde 2011, este papel adoptó diferentes formas, desde la intervención represiva directa como ocurrió en Bahréin hasta el apoyo al antiguo régimen por diversos medios como ocurrió en Túnez y Egipto, así como la provisión de asistencia y financiación a grupos salafistas en Siria para ahogar la levantamiento en una ideología religiosa sectaria que conviene al reino y así protegerse de la amenaza democrática que la revolución siria representó para el despotismo árabe en todas sus variantes, y no sólo para el régimen baazista sirio.
En Yemen, el país vecino donde los acontecimientos son objeto de su mayor preocupación, el reino saudita intervino para fomentar un compromiso entre el muy reaccionario Ali Abdallah Saleh y una oposición dominada por fuerzas reaccionarias. Este acuerdo de mala calidad estaba condenado a durar poco: colapsó y con él el Estado yemení, llevando al país a su vez al infierno de la guerra.
El guerra yemení no es una lucha entre un bando revolucionario y uno contrarrevolucionario, sino entre dos bandos opuestos a las aspiraciones fundamentales por las que se levantó la juventud de Yemen en 2011. La intervención encabezada por Arabia Saudita está apoyando a un bando en una guerra entre dos bandos reaccionarios y por consideraciones que están exclusivamente relacionados con la seguridad del reino. Su principal herramienta encaja bien con su carácter reaccionario: el bombardeo aéreo de zonas pobladas con indiferencia por el asesinato de civiles, idéntico en ese sentido a los bombardeos rusos en Siria, por no hablar del asesinato deliberado de civiles por parte del régimen sirio.
Por eso es indispensable que todos aquellos que son leales a las esperanzas creadas por el levantamiento árabe y deseosos de reactivar el proceso revolucionario que desató y que se enfrentó a una grave recaída reaccionaria dos años después de su inicio, es indispensable que todos mantienen una actitud coherente al condenar el ataque reaccionario que está cayendo del cielo, cualquiera que sea su fuente.
Este es un aspecto de lo que se necesita para construir en la región árabe un polo progresista independiente de todos los polos y ejes del antiguo régimen árabe y sus contendientes reaccionarios: la condición indispensable para que la revolución árabe surja nuevamente y reanude la marcha que comenzó hace seis años, sin los cuales no hay esperanza de superar la situación catastrófica en la que ha degenerado la región.
Publicado originalmente en árabe en Mada Masr.
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