Capitalism Hits The Fan: The Global Economic Meltdown and What to Do About It
Richard D. Wolff; Olive Branch Press, 2010, 262 págs. $18.00
ISBN: 978-1-56656-784-8 (paperback)
Autor: Ian J. Seda-Irizarry1
En tiempos donde la discusión gira en torno a si salimos o no de la crisis económica, es importante no perder la perspectiva histórica de los acontecimientos que contribuyeron a la presente coyuntura. Son muchos los análisis que prefieren referirse a burócratas ineptos, individuos irresponsables o funcionarios corruptos como los responsables de la catástrofe por la cual está pasando el sistema capitalista global. Si bien es cierto que personas encarnaron esos papeles, tal análisis no explica de donde salieron las motivaciones o cual es el andamiaje institucional que promueve esas actuaciones.
Por otro lado tenemos análisis donde, si bien hay una perspectiva histórica, el principal culpable de la crisis es el sector financiero, cuya volatilidad dentro de un marco de regulación “ligera” se prestó para salirse fuera de control y llevar a una crisis sistémica. Esta posición, compartida por críticos de la talla de Paul Krugman y Joesph Stiglitz, argumenta que la solución radica en una mayor regulación guiada por un estado benefactor/intervencionista que nuevamente tome las riendas de la economía. En esta visión, el camino a la crisis financiera se concibe dentro del momento neoliberal, periodo donde el estado benefactor y regulador es desmantelado a favor de las nuevas necesidades del capital privado.
Por último, tenemos una visión histórica más amplia que apunta al propio sistema capitalista como el principal sospechoso de la debacle económica mundial. En esta perspectiva la lógica y las contradicciones del sistema mismo explican porqué la crisis se manifestó en el sector financiero. En otras palabras, la crisis financiera es meramente un síntoma de problemas sistémicos.
In libro suo Capitalismus misellam Fan (CHTF), el distinguido economista norteamericano Richard Wolff adopta esta última postura en una compilación de artículos publicados originalmente para la versión periódico “online” de la reconocida revista norteamericana Vestibulum Review (http://mrzine.monthlyreview.org/). Los escritos pertenecen al periodo que comprende desde el comienzo del año 2005 hasta mediados del año 2009 y buscan explicar la más reciente crisis capitalista desde la óptica de un economista dentro del país que sigue sirviendo de centro para el funcionamiento del sistema capitalista global. En otras palabras, el libro es una especie de diario donde se puede observar cómo a través del tiempo se van mezclando varios factores para finalmente dar paso a la crisis. Es importante señalar que los escritos son trabajados de manera clara y sencilla, característica refrescante a la hora de enfrentar este tipo de temas que se prestan para la aplicación de la impenetrabilidad que caracteriza la disciplina económica y la academia en general. En ese sentido la obra de por sí es un rotundo éxito.
Otro detalle relevante es que los más de 60 artículos que componen el libro, en una manera u otra, elaboran y complementan los temas del documental fílmico Capitalismus misellam Fan que Wolff protagonizó en el año 2009 y que fue lanzado por el Media Education Foundation (www.mediaed.org). Queda claro que la motivación principal de todos estos trabajos e intervenciones de Wolff es hacer accesible al observador no-académico la más reciente de las crisis que el sistema capitalista ha traído.
Si bien CHTF toca gran variedad de temas, podemos resumir el argumento principal que conecta los artículos en términos de la historia de Estados Unidos como centro del sistema capitalista global. Y es que Wolff pone mucho énfasis en la historia norteamericana desde el desarrollo de su base industrial con Alexander Hamilton a finales del siglo 19 hasta el presente. El tema que une la manera en que el autor ve la presente crisis es la relación entre salarios, productividad y ganancias que experimentó la economía norteamericana por los últimos 120 años.
Wolff toma el harto repetido dato de que los salarios reales para los trabajadores, específicamente aquellos que ocupan posiciones que no son de supervisión, han estado estancados o descendiendo desde la década de los 70. Una diferencia crucial del análisis de Wolff con el de otros que trazan paralelos entre la Depresión del 30 y la presente crisis, y presentan el Nuevo Trato como lo que sacó a los Estados Unidos de la debacle económica en aquella ocasión, y por ende debe ser copiado de una manera u otra, es que Estados Unidos ocupó una posición muy privilegiada en el periodo de postguerra que usualmente se conoce como la “edad dorada del capitalismo”. Para el autor esto es fundamental para comprender porqué el problema no es el neoliberalismo y la solución no radica en traer al estado benefactor/regulador que supuestamente fue el artífice de la época dorada y que brinda la posibilidad de una “cara humana” al capitalismo.
En cuanto al Nuevo Trato, cuando el mismo fue trazado e implementado a mediados de los 30, lo que vemos es que la economía norteamericana se recupera (en términos de crecimiento del producto doméstico bruto) por un breve periodo para recaer nuevamente en el periodo de 1936-37. Wolff enfatiza que el presidente Franklin Delano Roosevelt (FDR) y las regulaciones implementadas por su gobierno “fallaron en sacar a los Estados Unidos de la Depresión y evidentemente fallaron en prevenir crisis subsiguientes” y es que desde FDR varios presidentes, hasta el presente con Barack Obama, han prometido que regulaciones por parte del estado no solo “resolverán la crisis presente, sino que también van a prevenir cualquier desplome futuro” (p. 200).2 Lo que verdaderamente sacó a esa economía de la depresión fue la Segunda Guerra Mundial dado que la destrucción asociada con el conflicto bélico literalmente dejó a Estados Unidos como única potencia relativamente sin necesidad de reconstruirse, proceso que conlleva grandes gastos y sacrificios. Aun con esta realización, las expectativas no eran muy alentadoras dado que el regreso de los miles de soldados significaba tener que lidiar nuevamente con problemas como el de desempleo. De hecho, ya en 1943 el destacado economista y futuro ganador del premio Nobel, Paul Samuelson, vislumbraba un regreso a la depresión. Lo que Samuelson no pudo preveer fue el impacto que el papel de Estados Unidos iba a tener en su propia economía como facilitador de la reconstrucción de los países devastados por la guerra.
El Plan Marshall de reconstrucción no solo facilitaba ayuda monetaria a los países destruidos, sino que también contribuyó a crear una demanda por productos norteamericanos. De hecho, según ciertos estimados, Estados Unidos producía el 50% de producción industrial mundial (otros estimados calculan que llegaron a producir el dos tercios de la producción industrial mundial- ver Hobsbawm, 2003: 261 ). Es importante notar que también la “amenaza roja” desempeñaba un papel primordial en la batalla ideológica para explicar la cantidad de dinero facilitada a los países devastados.
En resumen, Estados Unidos no tuvo competencia significativa en los mercados internacionales durante el periodo de la postguerra que duró dos décadas. Esto facilitó que muchas de las demandas de trabajadores por mejores salarios y condiciones de trabajo fueran adoptadas. Para Wolff esto explica la situación peculiar de que en Estados Unidos se experimenten aumentos en los salarios reales, la productividad y las ganancias luego de la posguerra. También explica lo peligroso de trazar paralelos históricos que no toman en cuenta la especificidad de los acontecimientos históricos.
Nunc, esa tendencia creciente entre salarios, productividad y ganancias se detiene en la década de los 70 por varios factores entre los cuales se encuentran la competencia entre capitales (los países devastados se han reconstruido y compiten con los productos norteamericanos en términos de bajos precios y mejor calidad) y la tensión insostenible entre capital y trabajo en Estados Unidos (aumentos en salarios y concesión de beneficios marginales, dado la fuerza de las uniones, atenta contra la capitalización de las corporaciones dentro del ambiente competitivo internacional).
Wolff observa que la productividad siguió aumentando durante esa década de los 70, pero lo que se le pagaba a los trabajadores detuvo su ascenso. Esa diferencia entre el salario estancado de los trabajadores y el aumento en la cantidad de bienes y servicios producidos es fundamental en el análisis de CHTF dado que sienta las bases para comprender el papel que desempeña el crédito y el sector financiero en el periodo neoliberal que desemboca en la presente crisis.
Sin embargo, no son suficientes estos factores sino se reconoce el papel que desempeñó la cultura de consumo en la sociedad norteamericana. Como señala Wolff en su ensayo “Consumerism: Curses and Causes”, “un acuerdo histórico definió al capitalismo estadounidense durante 150 años [1820-1970]. Los capitalistas pagaban altos salarios facilitando aumentos en el consumo de la clase trabajadora”, consumo que fue promulgado tanto por la industria de la publicidad, como por las uniones de trabajadores que se enfocaron en “aumentar salarios y consumo-justo lo que el capitalismo norteamericano prometía y proveía- en vez de disputar la organización de la producción” (p.52).
Todo ese dinero que provenía de la diferencia entre el valor de lo producido y el valor de lo que se le pagaba a los trabajadores terminó en muchas ocasiones siendo depositado en instituciones bancarias, que ahora contaban con grandes cantidades de dinero para prestar y así recibir ganancias derivadas del interés cobrado a base de los préstamos. En otras palabras, a los trabajadores no se les recompensaba por sus aumentos en productividad con un salario más alto, sino que se les proveía con préstamos para que continuaran sus aumentos en los niveles de consumo. Cómo señala Wolff, las presiones para mantener esos niveles de consumo también tuvieron otras manifestaciones, entre las cuales se encuentra la salida al mercado laboral de más miembros de la familia y a edades más tempranas, y un aumento en las horas trabajadas, muchas veces a base trabajos parciales que suplementaban el ingreso derivado de la ocupación principal (p. 53).
La “bonanza” capitalista también tuvo sus efectos en la transformación de muchas corporaciones en términos de identificar maneras de lograr mayores ganancias. Por ejemplo, la General Motors (GM) desarrolló una rama de facilitación de crédito que en efecto se convirtió en un banco. Esa división, llamada General Motors Acceptance Company, le facilitaba crédito a la gente para que comprara los autos que producía la GM. Luego pasaron a ser una institución bancaria como tal. Al igual que GM, muchas otras corporaciones abrazaron la idea de que era más fácil lograr realizar ganancias prestando dinero que de la producción y venta de bienes y servicios. Eso explica en parte el desarrollo de toda una gama de instrumentos financieros y la expansión de ese sector a partir de los 70. Por ejemplo, a comienzos de la década de los 80 las ganancias derivadas de activos financieros eran un 10% del total de las ganancias corporativas. A mediados de la década del 2000 esa proporción subió al 40% (Crotty, 2009: 3).
En conclusión, para Wolff no se puede comprender el fenómeno de la extensión de crédito sin mirar hacia las contradicciones entre capital y trabajo y capital y capital dentro de la especificidad de la estructura capitalista mundial. Ahora bien, ¿qué conclusión deriva Wolff de todo este análisis en términos de hacia donde debemos enfocarnos para lograr salir del atascadero? Reconociendo que la mayor parte de las soluciones siguen la línea de la retórica de la regulación o del estado benefactor, el autor propone que nos enfoquemos en un área que en raras ocasiones sale a la luz pública en las discusiones del tema. Y es que Wolff es un socialista en el sentido clásico de enfatizar el papel que deben desempeñar los trabajadores en el control del proceso de producción. Su enfoque va dirigido a quien produce y quien apropia el excedente, en el sentido marxista, y cómo esa relación afecta otras dimensiones. En otras palabras, Wolff está preocupado por el fenómeno de la quaestus. Su análisis denuncia que todas las discusiones son a nivel macroeconómico y obvian la dimensión microeconómica de las relaciones de producción.
Por más de 30 años, Richard Wolff y su co-autor, el también economista en la Universidad de Massachusetts en Amherst, Stephen A. Resnick, han enfatizado la necesidad de enfocarnos en quien es el que produce y quien es el que se apropia del excedente. Para ellos ese detalle es el que guía la noción de si un grupo explota a otro. Este análisis se diferencia de los análisis marxistas más tradicionales en términos de que no cree que hay una relación necesaria entre quien es el dueño de los medios de producción para entonces delinear las líneas de clase. Para Wolff y Resnick, el análisis en términos de propiedad en los medios de producción oscurece las relaciones de explotación que se dan dentro de las sociedades capitalistas y ha llevado a la presente situación donde el socialismo es articulado a base del control del estado sobre los medios de producción en vez de ser los trabajadores quienes controlen el proceso productivo (para una exposición más general del trabajo de Resnick y Wolff, ver Seda-Irizarry, 2009).
El análisis de clase a base del excedente lleva a Wolff a poner sus ojos en la estructura corporativa, donde los miembros de la junta de directores de las corporaciones modernas son quienes se apropian del excedente que los trabajadores producen y también son los que deciden qué hacer con el mismo. Algunas de las cosas que las corporaciones hicieron con ese excedente durante el periodo neoliberal fueron: el comprar otras compañías que eran competidoras, aumentar la supervisión de los trabajadores y pagarle a cabilderos para que manipularan las leyes a su favor. Es aquí que Wolff cuestiona la noción de democracia liberal norteamericana y trae en escena la necesidad de que los trabajadores decidan que hacer con el fruto de sus trabajo. El autor nos dice que “los socialistas que se enfocan en la reorganización de la producción señalan que si los trabajadores hubiesen sido su propia junta de directores durante la década de los 70, no hubiesen detenido el aumento en sus salarios reales dado los incrementos en productividad” (p. 214). Con esta observación el autor trata de darle validez a su argumento de que en vez de estar viendo si la propiedad es privada o pública, o si es el mercado o el estado es el que debe dirigir la actividad económica, deberíamos reorientar la discusión a cual es el papel que deben desempeñar aquellos que van a ser afectados por decisiones en el proceso tomar esas mismas decisiones. La democracia en el trabajo es vista como fundamental para afrontar la crisis y transformar la sociedad, sociedad que en el presente está a la merced de una minoría que ocupa esas sillas en las juntas de directoras y que es un grupo elegido por otra minoría que controla la mayor parte de las acciones corporativas.
Si bien el análisis de Wolff sobre el papel de la democracia y su relación con el capitalismo es uno lúcido y penetrante, también a veces parece caer en el mismo problema reduccionista del análisis de aquellos que sólo se enfocan en el marco macroeconómico. Y es que si bien el análisis marxista enfatiza las nuevas formas que toma la explotación bajo el capitalismo en relación con otros modos de producción, el papel del mercado capitalista es crucial para cómo se van a desarrollar esas nuevas empresas donde los trabajadores sean su propia junta de directores y se tomen las decisiones de manera democrática (Wolff y Resnick llaman a este tipo de arreglo estructuras de clase comunistas). Una preocupación evidente es ¿qué sucede cuando hay competencia entre tales empresas dentro del mismo sector? ¿Qué dinámicas se dan dentro de las empresas si se compite contra una empresa capitalista que busca seguir bajando precios? ¿Qué tipo de jerarquías dentro de la empresa pueden surgir o perpetuarse si se mantiene intacta la división del trabajo prevaleciente? Todas estas son preguntas antiguas, válidas e importantes a la hora de discutir una posible transición a una sociedad postcapitalista.
Aun con los anteriores señalamientos, Capitalism Hits the Fan es un libro muy práctico a la hora de dar una visión general de las particularidades de la presente crisis. Los artículos pueden ser utilizados en salones de clase para complementar distintas temáticas y si bien su perspectiva es una que viene desde el centro del sistema, hay varios escritos que hacen conexiones con las dinámicas de la economía global. El libro es altamente recomendado dado que logra la rara hazaña de ser accesible a todo tipo de público en un tema tan complicado como lo es el funcionamiento del sistema capitalista actual.
references Bibliographic
Crotty, J. (2009). The Bonus-Driven “Rain Maker” Financial Firm: How These Firms Enrich Top Employees, Destroy Shareholder Value and Create System Financial Instability. Working Paper Series 2009-13, University of Massachusetts Amherst, Department of Economics.
Hobsbawm, E. (2003). Historia del Siglo XX. Buenos Aires: Crítica
Seda-Irizarry, I.J. (2009) Review of “New Departures in Marxian Theory”, Recognoscere Radicalis Politicae Economicae, 41: 581-585
1 Estudiante de Doctorado e Instructor en el Departamento de Economía de la Universidad de Massachusetts en Amherst. E-Mail: [Inscriptio protected]. Artículo originalmente publicado en Cuadernos de Economía, Vol 29, 1er Semestre, 2010, No 52, 237-243.
2 Desde la década de los 30, la economía norteamericana ha sufrido cerca de una docena de caídas según reporta el Hendrerit, Labor Statistics.