América Latina ha sufrido constantes agresiones ejecutadas por Washington durante los últimos doscientos años. Se han aplicado estrategias y tácticas de guerra encubierta y abierta contra diferentes naciones de la región, que van desde golpes de estado, asesinatos, desapariciones, torturas, dictaduras brutales, atrocidades, persecución política, sabotaje económico, operaciones psicológicas, guerra mediática, guerra biológica. , subversión, contrainsurgencia, infiltración paramiliar, terrorismo diplomático, bloqueos, intervención electoral hasta invasiones militares. Independientemente de quién esté en la Casa Blanca –demócrata o republicano– cuando se trata de América Latina, las políticas del Imperio siguen siendo las mismas.
En el siglo XXI, Venezuela ha sido uno de los principales objetivos de estas constantes agresiones. Desde el golpe de abril de 2002, ha habido una peligrosa escalada de ataques e intentos de desestabilización contra la Revolución Bolivariana. Aunque muchos cayeron bajo la sonrisa seductora y las palabras poéticas de Barack Obama, no es necesario mirar más allá del año pasado para ver la intensificación de las agresiones de Washington contra Venezuela. La mayor expansión militar de la historia en la región –a través de la ocupación estadounidense de Colombia–, la reactivación de la Cuarta Flota de la Armada estadounidense, así como una mayor presencia militar estadounidense en el Caribe, Panamá y Centroamérica a lo largo del año pasado, pueden interpretarse como una preparación para un escenario de conflicto en la región.
ESCALADA EN LAS AGRESIONES
Forman parte de las declaraciones hostiles de varios representantes de Washington durante las últimas semanas, acusando a Venezuela de no combatir las operaciones narcóticas, de violar los derechos humanos, de “no contribuir a la democracia y la estabilidad regional” y de ser el “líder regional antiestadounidense”. de una campaña coordinada que busca justificar una agresión directa contra Venezuela. Pronto, Washington publicará su lista anual de “Estados patrocinadores del terrorismo”, y si Venezuela es incluida en la lista este año, la región podría estar al borde de un conflicto militar sin precedentes.
La evidencia parece indicar un movimiento en esa dirección. Un documento de la Fuerza Aérea estadounidense que justifica la necesidad de aumentar la presencia militar en Colombia afirmó que Washington se está preparando para una “guerra expedicionaria” en América del Sur.
El documento de la Fuerza Aérea de 2009, enviado al Congreso en mayo pasado (pero posteriormente modificado en noviembre después de que se utilizó para demostrar las verdaderas intenciones detrás del acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia), explicaba: “Desarrollo de este CSL (Ubicación de Seguridad Cooperativa) promoverá la asociación estratégica forjada entre los EE. UU. y Colombia y es de interés para ambas naciones... Una presencia también aumentará nuestra capacidad para realizar Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento (ISR), mejorar el alcance global, respaldar los requisitos logísticos, mejorar las asociaciones, mejorar cooperación en seguridad del teatro y ampliar guerra expedicionaria capacidad".
AL BORDE DE LA GUERRA
El primer informe oficial que delineaba las prioridades de defensa e inteligencia de la administración Obama dedicó una atención sustancial a Venezuela. La Evaluación Anual de Amenazas de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos – que ha mencionado a Venezuela en años anteriores, pero no con el mismo énfasis y extensión – señaló particularmente al Presidente Chávez como una “amenaza” importante para los intereses de Estados Unidos. "El presidente venezolano Hugo Chávez se ha establecido como uno de los principales detractores internacionales de Estados Unidos, denunciando la democracia liberal y el capitalismo de mercado y oponiéndose a las políticas e intereses estadounidenses en la región.”, decía el documento de inteligencia, colocando a Venezuela en la misma categoría que Irán, Corea del Norte y Al Qaeda.
Días después de la publicación del informe, el Departamento de Estado presentó al Congreso su presupuesto para 2011. Además de un aumento en el financiamiento a través de USAID y el Fondo Nacional para la Democracia (NED) para financiar a grupos de oposición en Venezuela –más de 15 millones de dólares– también hubo una solicitud de 48 millones de dólares para que la Organización de Estados Americanos (OEA) “ desplegar equipos especiales de 'promotores de la democracia' en países donde la democracia está amenazada por la creciente presencia de conceptos alternativos como la 'democracia participativa' promovida por Venezuela y Bolivia”.
Una semana después, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA –financiada por Washington– emitió un enorme informe de 322 páginas criticando a Venezuela por violaciones de derechos humanos, represión de la prensa y socavamiento de la democracia. A pesar de que se trataba de un informe –y una Comisión– dedicado al tema de los derechos humanos, el estudio detallado apenas mencionaba los inmensos logros del gobierno de Chávez en la promoción de los derechos humanos; avances que han sido reconocidos y aplaudidos durante los últimos cinco años por las Naciones Unidas. Las pruebas utilizadas por la OEA para elaborar el informe provinieron de testimonios de la oposición y de medios de comunicación sesgados, una clara demostración de peligrosa subjetividad.
Simultáneamente a estas acusaciones, un tribunal español acusó la semana pasada al gobierno venezolano de apoyar y colaborar con las FARC y ETA –organizaciones consideradas terroristas tanto por Estados Unidos como por España– provocando un escándalo internacional. El Presidente Chávez reiteró que su gobierno no tiene ningún vínculo con ningún grupo terrorista en el mundo. “Este es un gobierno de paz”, afirmó Chávez, tras explicar que la presencia de ETA en Venezuela se debe a un acuerdo alcanzado hace más de 20 años por el gobierno de Carlos Andrés Pérez para ayudar a España en un tratado de paz con el Grupo separatista vasco.
EL IMPERIO NO TIENE COLOR
La semana pasada, de gira por América Latina, la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, no pudo dejar de atacar a Venezuela durante sus diferentes declaraciones ante medios internacionales. Expresó su “gran preocupación” por la democracia y los derechos humanos en Venezuela, acusando al presidente Chávez de no “contribuir de manera constructiva” al progreso regional. En tono cínico, Clinton aconsejó al presidente Chávez que “mirara más al sur” en busca de inspiración, en lugar de mirar hacia Cuba.
El viaje regional de Clinton fue parte de una estrategia anunciada por la administración Obama el año pasado, para crear una división entre la llamada “izquierda progresista” y la “izquierda radical” en América Latina. No es casualidad que su primera gira por la región coincidiera con el anuncio de una nueva Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que excluye la presencia de Estados Unidos y Canadá.
EL CONFLICTO QUE VIENE
Un conflicto militar no se inicia de un día para otro. Es un proceso que implica primero influir en la percepción y la opinión pública, demonizando al líder o gobierno objetivo para justificar la agresión. Posteriormente, las fuerzas armadas se despliegan estratégicamente en la región para garantizar una acción militar efectiva. Se utilizan tácticas, como la subversión y la contrainsurgencia, para debilitar y desestabilizar a la nación objetivo desde dentro, aumentando su vulnerabilidad y debilitando sus defensas.
Este plan ha estado activo contra Venezuela desde hace varios años. La consolidación de la unidad regional y la integración latinoamericana amenaza las posibilidades de Estados Unidos de recuperar la dominación y el control en el hemisferio. Y los avances de la Revolución Bolivariana han impedido su “autodestrucción”, provocada por la subversión interna financiada y dirigida por agencias estadounidenses. Sin embargo, el Imperio no cejará en sus intentos de lograr su objetivo final y un potencial conflicto militar en la región sigue en el horizonte.
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