El Secretario de Estado Colin Powell blandió un frasco que, según él, contenía ántrax en el Consejo de Seguridad de la ONU el 5 de febrero de 2003, y mostró fotografías satelitales de sitios secretos donde se suponía que se fabricaban armas químicas. Más tarde admitió que la historia fue inventada, pero no antes de que sirviera como plataforma de lanzamiento de relaciones públicas para la guerra de Irak.
El 11 de diciembre de 2017, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, apareció con enormes fragmentos de lo que, según ella, era un misil iraní que no había alcanzado su objetivo. Sostuvo que había sido disparado desde Yemen contra un aeropuerto civil saudita, "un país del G20" y que tenía "el potencial de matar a cientos de civiles inocentes en Arabia Saudita... Imagínese si este misil hubiera sido lanzado en el aeropuerto Dulles o JFK". O el aeropuerto de París, Londres o Berlín.
No importa, no podría haber viajado tan lejos. Una vez más, se está fabricando el miedo para justificar la guerra: 14 años después de destruir Irak, el gobierno de Estados Unidos tiene a Irán en la mira.
La falta de imaginación de Haley podría resultar entretenida si el tema no fuera tan serio. En 2003, Powell criticó la existencia de vínculos "siniestros" entre Saddam Hussein y Al Qaeda. Esto se repitió el 1 de noviembre de 2017: la CIA publicó un alijo de documentos incautados en Pakistán cuando Osama bin Laden fue asesinado, supuestamente para probar la existencia de vínculos improbables entre algunos de los sucesores de Bin Laden y los líderes (chiítas) de Irán.
Es como si Washington ya hubiera olvidado el apoyo –real, no supuesto– que dio a Bin Laden cuando luchó contra los soviéticos en Afganistán, o las ventas ilegales de armas de Ronald Reagan a Irán cuando buscó financiación para sus amigos de extrema derecha en Nicaragua.
En aquel entonces, nadie utilizó esto como pretexto para declarar la guerra a Estados Unidos. Hoy, Arabia Saudita, Israel y muchos líderes estadounidenses están deseando pelear con Irán, que enfrenta disturbios internos. El influyente senador republicano Tom Cotton, posiblemente el próximo jefe de la CIA, no puede esperar. Piensa que todos los desafíos diplomáticos de Estados Unidos (Irán, Corea del Norte, China, Rusia, Ucrania) tienen una "opción militar". Y el peligro que representa Irán, que cree que es mayor que el de Corea del Norte, justificaría un "ataque principalmente naval y aéreo contra su infraestructura nuclear" (1).
El presidente Obama señaló hace dos años que el presupuesto militar de Irán era sólo una octava parte del de los aliados de Estados Unidos en la región y una cuadragésima parte del del Pentágono. Sin embargo, el sonido de los tambores de guerra contra la "amenaza iraní" es casi ensordecedor. En tal clima de guerra psicológica, ¿qué tan inteligente fue por parte del Ministro de Asuntos Exteriores francés criticar el deseo de "hegemonía" de Irán en diciembre pasado en Washington?
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