El creciente aislamiento de Washington en las Américas –su propio patio trasero– quedó dramáticamente ilustrado en la 35ª Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, celebrada del 5 al 7 de junio en Fort Lauderdale, Florida.

Después de fracasar a principios de este año, por primera vez en la historia de la OEA, en lograr que su candidato fuera elegido secretario general, la presión de Washington para lograr una OEA "más intervencionista", capaz de defender a los gobiernos de élite pro-Washington contra movimientos populares— fue rechazada decididamente en la reunión.

Lo peor de todo es que la ofensiva contra Washington fue liderada por el gobierno del presidente socialista Hugo Chávez. Este enfrentamiento fue un microcosmos de una batalla mayor por los corazones, las mentes y los recursos de América Latina: entre el imperio empresarial imperial estadounidense, que quiere mantener sus ganancias de la región; y los movimientos sociales masivos del continente, que luchan por utilizar los recursos de América Latina para reducir la desigualdad y la pobreza. Chávez, junto con los líderes cubanos, se ha convertido en un líder clave para estos últimos y, en consecuencia, es odiado por Washington.

La OEA, que reúne a todas las naciones del hemisferio occidental excepto Cuba, que fue prohibida en 1962, a menudo ha actuado para promover los intereses estadounidenses en la región, a pesar de sus objetivos declarados de promover la cooperación y la democracia en la región.

Para la elección del secretario general de la OEA el 11 de abril, Estados Unidos había apoyado inicialmente al ultraderechista Francisco Flores, ex presidente de El Salvador. Cuando se hizo evidente que Flores no ganaría, Washington apoyó al neoliberal mexicano Luis Ernesto Derbez. En la oposición, Venezuela encabezó una campaña para elegir al ministro de Relaciones Exteriores chileno, José Miguel Insulza, un moderado considerado más independiente de Estados Unidos.

Cuando la votación quedó estancada, Estados Unidos dio marcha atrás para no arriesgarse a una derrota absoluta y vergonzosa. Sin embargo, el apoyo de Estados Unidos a Insulza estuvo condicionado a que realizara un ataque velado contra Venezuela, afirmando que "aquellos gobiernos electos que no gobiernan democráticamente deberían responder ante la OEA", un eco del llamado de Washington a las naciones de la OEA. para oponerse a Chávez por presuntas violaciones de la Carta de la OEA.

Luego, el 31 de mayo, el presidente estadounidense George Bush mantuvo una provocativa reunión con María Corina Machado, buscada por traición en Venezuela. Machado, líder de la organización anti-Chávez Súmate, firmó documentos disolviendo todas las instituciones democráticas de Venezuela durante un fallido golpe de estado contra Chávez en 2002. Bush nunca se ha reunido con Chávez.

La presión de Estados Unidos por una OEA más “intervencionista” fue claramente una medida contra Venezuela y otros gobiernos y movimientos de izquierda. En una clara referencia a Chávez, cuyo gobierno ha ganado nueve elecciones en seis años, la Secretaria de Estado estadounidense Condoleeza Rice insistió en que "los gobiernos que son elegidos democráticamente deben gobernar democráticamente".

Estados Unidos propuso que la reunión adoptara una “Declaración de Florida” que “reformaría” la Carta Democrática de la OEA para alentar a los miembros de la OEA a intervenir en los asuntos internos de otras naciones de la OEA que se considere que han violado esa carta. Las “reformas” habrían implicado que la OEA “monitoreara” las democracias e instalara un “sistema de alerta temprana” que sería un pretexto para la intervención.

Las medidas fueron rechazadas por 28 naciones por considerarlas "demasiado intervencionistas". Según Venezuela Analysis, Chávez argumentó: “Si algún gobierno miembro de la OEA debe ser monitoreado, es el gobierno de Estados Unidos. Un gobierno que apoya a terroristas, invade países, que pisotea a su propio pueblo, que intenta imponer una dictadura global, es el gobierno que debe ser monitoreado para detectar violaciones de derechos humanos”.

Al final, la Declaración de Florida aprobada por los miembros de la OEA la tarde del 7 de junio fue modificada para convertirse en un documento diferente. Según un artículo de Venezuela Analysis del 8 de junio, apoyaba los principios de “no intervención y autodeterminación”.

Esta derrota, combinada con la renuncia del presidente boliviano Carlos Mesa el 6 de junio ante un levantamiento antineoliberal masivo, pareció llevar al embajador de Washington ante la OEA, Roger Noriega, al límite. En la tarde del 7 de junio, Noriega lanzó un estallido de mal humor culpando a Chávez por el levantamiento boliviano. Chávez respondió argumentando que fueron las políticas neoliberales impuestas a América Latina por Estados Unidos las que causaron tales cosas. Incluso Mesa refutó la afirmación de Noriega y dijo a MercoPress que no tenía información de inteligencia que indicara que Caracas hubiera intervenido en el conflicto.

Venezuela Analysis informó el 9 de junio que el Ministro de Información de Venezuela, Andrés Izarra, saludó el resultado de la OEA como un “éxito rotundo”. El vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, afirmó: “fue una derrota para Bush y Rice, que no pudieron imponer el punto de vista que aportaban. América Latina tiene identidad propia, ha recuperado su dignidad, no para enfrentar a Estados Unidos, sino para enfrentar la política imperialista”.

Tomado de Green Left Weekly, 22 de junio de 2005. Visite la página de inicio de Green Left Weekly.


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