Es este excepcionalismo estadounidense –la creencia de que, a diferencia de otras grandes potencias, Estados Unidos no está motivado por el interés propio de un conjunto de elites sino por la benevolencia– lo que permite a los formuladores de políticas vender guerras diseñadas para extender y profundizar el poder estadounidense como una especie de servicio comunitario internacional. En palabras del experto Charles Krauthammer, “gobernamos un imperium excepcionalmente benigno”, afirmación que se considera absurda en todo el mundo pero vergonzosamente fácil de vender al público estadounidense. Debido a que somos esta potencia benigna, “nuestros líderes harán todo lo posible para evitar la guerra”. Solomon analiza metódicamente la evidencia para llegar a la conclusión opuesta: los líderes estadounidenses a menudo se esfuerzan por hacer que la guerra sea inevitable. Lo más importante aquí es la atención de Salomón a la primera Guerra del Golfo y a Yugoslavia. Después de la debacle de Bush II en Irak, mucha gente (incluidos, lamentablemente, algunos del lado liberal/progresista) habló con nostalgia de cómo el padre de George W. "hizo lo correcto" en 1990-91 al construir una organización internacional. consenso antes de ir a la guerra.