Introducción
El fenómeno de las Asambleas en Argentina es muy complejo, cada Asamblea es un mundo aparte, de modo que voy a comenzar con alguna información general sobre todo el movimiento, para luego hablar de mi propia experiencia como miembro de la Asamblea Popular Cid Campeador, de la ciudad de Buenos Aires.
Para decirlo brevemente, las Asambleas son reuniones de vecinos que discuten y deciden cuestiones políticas en forma horizontal, sin distinción entre dirigentes y dirigidos, o entre representantes y representados.
Como movimiento surgen poco después de la rebelión del 19/20 de diciembre de 2001. Más de 150 asambleas se forman espontáneamente en Buenos Aires, y otras en Córdoba, Rosario, Mendoza, Santa Fe y algunas otras ciudades. A mi Asamblea, por ejemplo, la convocó Romina, una chica de 26 años sin ninguna clase de experiencia política previa, que pasó casi una semana repartiendo volantes para invitar a la primera reunión.
Las Asambleas fueron casi una invención en la cultura política Argentina, que tradicionalmente es extremadamente jerárquica. El único antecedente que existía era el de las Asambleas de piqueteros que surgieron hacia 1996. Pero esto era un dato muy distante para la mayorpia de nosotros, que nunca habíamos tenido trato con ellos, ni teníamos información sobre su forma de organización. Sólo luego hicimos la conexión, y supimos que ellos también venían utilizando prácticas asamblearias. De modo que cuando comenzamos a reunirnos con los vecinos carecíamos de toda experiencia.
¿Qué motivó a los vecinos a reunirse en Asambleas? Creo que lo que trajo inicialmente a los vecinos fue la sensación de desamparo, el hallarse solos, excluídos no sólo en lo económico, sino también en lo político. Y una intuición, casi un instinto: que cuando hay problemas tan graves, y tanto desamparo, conviene juntarse con los otros para escucharse y ver qué hacer. En mi Asamblea, casi los primeros dos meses enteros fueron de catarsis. Y ahora que lo pienso, también las primeras asambleas de piqueteros surgieron del desamparo. El primer movimiento piquetero en Cutralcó, un pueblo de la Patagonia dedicado íntegramente a la industria del petróleo, surgió tras la privatización de la compañía estatal de petróleos. Como parte de la privatización, se decidió cerrar la producción en Cutralcó, condenando a un pueblo entero a la desaparición. Fue entonces, ante la falta de respuestas por parte del Estado, que los habitantes se reunieron en Asamblea, salieron a cortar la ruta, y dieron nacimiento a uno de los movimientos de desocupados más poderosos del mundo.
Al principio los Asambleístas sólo estabamos unidos por el grito “¡Que se vayan todos!” que fue el slogan de la rebelión del 19 y 20 de diciembre. Este slogan expresa la decepción frente a un sistema político completamente distanciado de la voluntad popular. Dos años antes había ganado la Alianza, una coalición supuestamente progresista contraria a las políticas neoliberales llevadas a cabo por Carlos Menem durante 10 años. Al principio la Alianza despertó esperanzas en muchos. Pero pronto terminaron aplicando las mismas políticas neoliberales, incluso nombraron al mismo Ministro de Economía que tenía Menem: Domingo Cavallo. Los niveles de corrupción de los funcionarios públicos siguieron siendo muy altos, no sólo en el gobierno sino también en el Congreso y en la Corte Suprema de Justicia. También los sindicatos están completamente corruptos y desacreditados en Argentina. Es en ese contexto que el sistema de representación colapsó. En las elecciones inmediatamente anteriores a la rebelión hubo tasas de abstención y de impugnación del voto enormes, en un país donde ir a votar es obligatorio. La reunión en Asambleas es la contraparte del “Que se vayan todos”: implica una voluntad de hacerse cargo uno mismo de los problemas, sin esperar a que lo hagan los representantes. Sólo eso nos unía en un principio.
El público que asiste a las Asambleas refleja una enorme multiplicidad. Los hay de todas las edades, y ambos sexos están igualmente representados. Los hay con y sin experiencia política y sindical previa. Hay militantes de partidos, y vecinos desconfiados de los partidos. Con educación superior y sin ella. Respecto del origen social, en principio mi asamblea, por ejemplo, era más típicamente clase media, y creo que lo mismo sucedía en la mayoría de los casos. Pero más tarde se fueron sumando sectores de más bajos recursos. Esta multiplicidad es también algo muy nuevo en la cultura política Argentina.
¿Qué hacen las Asambleas? Las actividades que desarrollan son muy variadas, y van desde actividades desarrolladas en y para el barrio, hasta acciones políticas de nivel nacional. Las actividades más típicamente desarrolladas por las Asambleas incluyen compras comunitarias para abaratar los costos de las mrecaderías, y actividades culturales variadas, casi siempre con contenido politico: proyecciones de películas, debates públicos, cursos sobre temas variados, etc. Mucho del trabajo de las Asambleas ha sido dirigido a romper las barreras de clase que nos separan. Por ejemplo, es típico que las Asambleas organicen encuentros y trabajos en conjunto con los piqueteros, cartoneros y obreros de fábricas recuperadas. También muchas Asambleas han establecido comedores y merenderos para los pobres y los sin techo. Las acciones más propiamente políticas incluyen la lucha contra los aumentos de precios, contra el gobierno, contra la Corte Suprema, contra la represión, contra algunas empresas, etc., mediante manifestaciones y formas de acción directa. Algo digno de destacar es que, hacia el mes de junio, las Asambleas protagonizaron una ola de tomas de edificios. Muchas Asambleas ocuparon ilegalmente edificios abandonados para establecer allí centros culturales, comedores, e incluso existe el caso de una Asamblea que “recuperó” un Hospital abandonado y lo puso nuevamente en funcionamiento con la ayuda de profesionales voluntarios. Nuestra Asamblea tomó un edificio de 3 pisos, que era propiedad de un banco quebrado. La vinculación de las Asambleas con los demás movimientos sociales en muy estrecha: las acciones de solidaridad (expresadas en uno de nuestros slogans favoritos, “Si tocan a uno, nos tocan a todos”) son permanentes, y consumen una gran parte de nuestra energía. En este momento el movimiento de las Asambleas está organizándose para hacer un boycott activo a las próximas elecciones. Mi propia Asamblea, por ejemplo, planea impulsar una acción de desobediencia civil masiva.
En general, todas las Asambleas comparten hoy ideas de izquierda, o por lo menos progresistas. Mi Asamblea en particular es mayoritariamente anti-capitalista, y muchas otras también lo son.
Muchos esperaban que las Asambleas fueran un fenómeno pasajero, incluso yo mismo. Pero más de un año después todavía estamos allí. Bajó un poco la participación de la gente, pero la gran mayoría de las Asambleas sigue trabajando muy intensamente. El tamaño de las Asambleas oscila hoy entre unas 70/80 personas las más grandes, a unos 15/20 las más chicas. Un informa reciente de un periódico dice que hoy hay más de 220 Asambleas funcionando en todo el país.
Balance de un año
Mi balance personal de un año de intenso trabajo con mi Asamblea es enormemente positivo: siento que me cambió la vida para siempre. Como movimiento, hemos atravesado un proceso de aprendizaje político formidable. Todavía recuerdo muy vivamente cómo nos costaba al principio algo tan simple como escucharnos mutuamente. Incluso llegaba a haber forcejeos por el uso del megáfono: pocos tenían la paciencia como para esperar su turno para hablar. Del mismo modo, para muchos vecinos las Asambleas fueron su primera experiencia política. Es conmovedor ver cómo muchos de estos vecinos adquirieron hoy una formidable experiencia, y se sienten con la confianza suficiente como para debatir sobre cualquier tema, de igual a igual con militantes de años.
Pero quizás lo más importante de las Asambleas es que, a pesar de que somos una minoría ínfima de la población, estamos ayudando a instalar una nueva cultura política en Argentina, y a “desaprender” la cultura política en la que fuimos criados.
Por ejemplo, hace un año nadie hablaba de “Horizontalidad”, una palabra que hoy es fundamental en el vocabulario político. Los vecinos de las Asambleas defienden esta forma de organización, sin dirigentes ni dirigidos, como si fuera su tesoro más preciado.
Creo que también estamos protagonizando un éxodo respecto de la política representativa y del Estado, inédito en nuestro país. Nos “escapamos” del Estado, desertamos de la política electoralista, e intentamos construir al margen de, y en antagonismo con el Estado. Un buen ejemplo es el del verdadero centro social autónomo que puso en funcionamiento nuestra Asamblea en el edificio que ocupamos en el corazón de la ciudad. En ese lugar construimos relaciones sociales de nuevo tipo, que no están basadas en las reglas del mercado, ni en las del Estado. Construimos allí todos los días un pequeño mundo regido por nuestras propias reglas, basado en la igualdad, la libertad, y la solidaridad. Pero por supuesto, abrir tales espacios de autonomía siempre significa asumir una posición de antagonismo respecto del Estado y de los poderosos. No es posible tan sólo “escaparse” y refugiarse cómodamente en estos espacios, porque constituimos, por nuestra misma existencia autónoma, una amenaza que el poder no puede permitir. Los poderosos dependen de nosotros, viven de nuestro trabajo y de nuestra creatividad, y es por ello que no pueden permitirnos que vivamos autónomemente, que establezcamos nuestros propios espacios con nuestras propias reglas. Nosotros no los necesitamos a ellos, pero ellos sí a nosotros, y eso hace que el antagonismo sea algo inevitable, incluso si no lo buscamos abiertamente nosotros. Para volver al ejemplo de nuestra Asamblea, poco más de un mes luego de que ocupamos el edificio la policía allanó el lugar, identificó a 9 compañeros, y ahora nos están realizando un juicio por “usurpación”. El querellante es el Banco Comafi, al que investigaciones del Congreso y periodísticas vinculan con el lavado de dinero, la “mafia del oro”, y la corrupción de funcionarios públicos. Se dice que su verdadero dueño es Emilio Massera, uno de los principales jefes de la última dictadura militar.
La lucha de la Asamblea contra el coloso de la corrupción me resulta un símbolo poderoso de la resistencia de los oprimidos de nuestro país contra la agresión del capitalismo. En la figura del Comafi se concentra la explotación económica, la especulación financiera, la corrupción, y el terrorismo de Estado, los mayores flagelos de nuestro país en las últimas décadas.
Otro cambio importante que estamos protagonizando es un constante y apasionante proceso de negociacion de diferencias, que es propio de la multiplicidad que nos caracteriza. El encuentro horizontal entre iguales nos obliga a escucharnos y a reconocernos mutuamente, a reconocer la validez de los puntos de vista y las necesidades de los demás. Nadie en la Asamblea puede pretender que tiene LA verdad, o que conoce más que los demás el camino adecuado. Las Asambleas no funcionan si se parte de la premisa de que hay que anular al otro, o unificar criterios a costa de anular nuestras diferencias. Por el contrario, en la convivencia cotidiana sufrimos un proceso de “contaminación” recíproca. Quisiera ofrecerles
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