Fuente: jacobino
Ahora que Morales se encuentra exiliado en Argentina, también se le ha comparado con el líder de ese país, Juan Domingo Perón, tras la toma del poder en septiembre de 1955 por una facción ultraconservadora del ejército. La dictadura militar implementó una prohibición total del movimiento peronista, sin embargo, el exiliado Perón continuó teniendo una enorme influencia debido a la base que había construido durante la década de cambios sociales radicales y política exterior independiente que llevó a cabo bajo su presidencia.. Aunque su nombre fue prohibido, el movimiento peronista permaneció activo y, después de la victoria electoral de su candidato Héctor Cámpora en marzo de 1973, finalmente se permitió a Perón regresar.
Hoy, Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo (MAS) se encuentran en una situación bastante similar. El período transcurrido desde el golpe militar de noviembre ha estado marcado por la represión, masacres de decenas de sindicalistas y activistas indígenas e intentos de prohibir al MAS presentarse a las elecciones presidenciales previstas actualmente para el 18 de octubre. manipulación y noticias falsas diseñadas para difamar catorce años de gobierno socialista.
A pesar de esto, el MAS sigue siendo la fuerza política más fuerte de Bolivia, y las últimas encuestas indican que su Luis Arce Cátacora y David Choquehuanca tienes ganar las elecciones en la primera vuelta con el 44.4 por ciento de los votos, logrando así el margen necesario del 10 por ciento sobre el candidato que ocupa el segundo lugar, Carlos Mesa, también perdedor de las elecciones de octubre de 2019. Sin embargo, una competencia libre y justa se considera cada vez más improbable, dada la Continua interferencia de la Organización de Estados Americanos. (OEA) y su secretario, Luis Almagro.
Antes de la votación prevista, JacobinDenis Rogatyuk y Bruno Sommer se sentaron con el derrocado presidente Morales para discutir su historial como sindicalista y como jefe de estado, su experiencia del golpe y lo que el MAS puede hacer si regresa al gobierno y cuando lo haga.
Cabe mencionar al grupo de jóvenes líderes campesinos e indígenas, activo desde finales de los 1980 y principios de los 1990 [del cual formé parte]. Nos preguntamos: ¿hasta cuándo seremos gobernados desde arriba o desde afuera? ¿Hasta cuándo seguirán surgiendo planes y políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial? ¿Y cuándo nos vamos a gobernar los bolivianos?
Bolivia siempre ha tenido formas de poder social, poder sindical, poder comunal desde abajo. Pero cuando preguntamos cómo podríamos nacionalizar nuestros recursos naturales y servicios básicos, sobre la base de este poder comunitario o social, no pudimos hacerlo.
Entonces, era importante impulsar un instrumento político, sí, sobre la base del movimiento campesino del trópico, pero sobre todo de los quechuas, los aymaras, las más de treinta nacionalidades indígenas. Propusimos un instrumento político de liberación, del pueblo, para el pueblo y con un programa del pueblo.
En este punto, teníamos que romper con el sistema capitalista. En este sistema, los movimientos sociales son llamados "terroristas" y los sindicatos no deben involucrarse en política. Pero dijimos que tenemos derechos políticos y que no podemos ser simplemente sindicalistas preocupados únicamente por las demandas laborales. Si queremos transformaciones profundas, es importante también producir transformaciones profundas en las estructuras estatales. Hasta cierto punto, tuvimos problemas con los trabajadores, que insistían en su “independencia sindical” y su postura apolítica.
Luego vinieron los gobiernos de Hugo Banzer [1997-2001] y Tuto Quiroga [2001-2002]. Privatizaron las redes de electricidad y telecomunicaciones de Bolivia, mientras nuestros recursos naturales, como el gas, fueron entregados a empresas transnacionales. Varias veces fui a negociar con los dirigentes nacionales de la COB, así como con las confederaciones campesinas, y en las diferentes negociaciones con los gobiernos neoliberales siempre pusimos el tema de la nacionalización. en la mesa. Nuestro argumento fue que cuando el gas estaba bajo tierra era de los bolivianos, pero cuando salía a la superficie ya no era boliviano. Los contratos inconstitucionales que se firmaron decían –literalmente– que el propietario adquiere el derecho de propiedad en la boca del pozo. ¿Y quién es el dueño? La empresa transnacional.
En las elecciones presidenciales de 2002 usted fue derrotado por Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, luego de una campaña de falsedades, miedo e intimidación contra usted y el MAS. Hoy estamos viendo algo similar. ¿Qué lecciones para el presente sacas de esta experiencia?
En 1997 me propusieron ser candidato a la presidencia y fui objeto de muchas difamaciones por parte del gobierno de Sánchez de Lozada. Dijeron de mí: “¿Cómo puede ser presidente un narcotraficante, un asesino?” Entonces rechacé la candidatura. Pero en 2002, hubo consenso para que me postulara.
Dudaba que pudiera conseguir una buena votación: un periódico internacional decía que el MAS podría obtener el 8 por ciento, y todas las encuestas decían el 3 o el 4 por ciento. Sánchez de Lozada se alió con el Movimiento Bolivia Libre, que antes, en 1989, había agrupado a sectores de izquierda, los socialdemócratas; este partido estaba basado en ONG y solía recibir dinero de Europa en particular.
El embajador de Estados Unidos, José Manuel Roche, dijo: "Evo Morales es un Bin Laden andino y los cultivadores de coca son los talibanes, así que no voten por él". El pueblo antiimperialista de Bolivia reaccionó contra esto: “¿Por qué el embajador de Estados Unidos acusa a Evo Morales de ser el Bin Laden andino?” El presidente Tuto Quiroga tuvo que guardar silencio; aunque hoy dice que hay injerencia en Bolivia de Argentina y otros países. Dije que el embajador Roche fue mi mejor director de campaña por haber hecho esos comentarios. Y el resultado para el MAS fue del 20 por ciento.
Quiero ser honesto: hasta ese momento, no estaba tan seguro de poder ser presidente alguna vez, pero desde ese momento pensé que podría serlo, y ahora realmente teníamos que prepararnos. Con un grupo de profesionales comenzamos a desarrollar un programa muy serio y responsable para el Estado, para el pueblo boliviano.
La Guerra del Gas –una revuelta popular contra la privatización de los hidrocarburos en 2003-2005– fue un verdadero punto de inflexión, tanto para Bolivia como para usted. Fue entonces cuando vimos el poder de las organizaciones sociales, principalmente en la ciudad de El Alto. ¿Cómo compara ese momento histórico con el actual y qué papel cree que desempeñarán esos movimientos en el proceso de restauración de la soberanía popular?
Con estas luchas podríamos ganar algunas demandas pero ningún cambio estructural. Cuando llegué al Chapare, en el trópico de Cochabamba, [el frente campesino indígena] propuso cambios importantes en las negociaciones [sobre hidrocarburos]. Los representantes de los gobiernos neoliberales respondieron diciendo: "No, ustedes están haciendo política", "La política para ustedes es un crimen, un pecado" y "La política del campesino en el trópico es hacha y machete" - o, en el Región del Altiplano, el pico y la pala.
Luego vino la Guerra del Gas, lucha concentrada en la ciudad de El Alto. ¿Cuál fue el problema de fondo? Más allá de la cuestión de la nacionalización, no podíamos entender por qué nuestros gobiernos querían instalar una planta de GNL [gas natural licuado] en territorio chileno -no instalaciones estatales sino privadas- y desde allí enviar gas a California. Nos faltaba gas y lo enviaban a Estados Unidos, pero ¿por qué no abastecerlo primero a los bolivianos?
La lucha por la nacionalización se fue profundizando, y allí, los alteños estaban más unidos que nunca, en una sola junta vecinal. Ahora me dicen que tiene dos, incluso tres juntas vecinales, una debilidad en mi opinión. Pero los más combativos y fuertes no son sólo los consejos vecinales patrióticos sino antiimperialistas, basados en la hermandad aymara.
Estamos convencidos que todos estos problemas los vamos a superar con la lucha del pueblo, con la lucha del pueblo alteño.
Usted logró nacionalizar los recursos naturales del país y crear una economía estable y en constante crecimiento. ¿Cuáles recomienda usted como políticas clave para resolver la actual crisis económica en Bolivia creada por el gobierno golpista?
En primer lugar, un hecho importante del que se debería informar a la gente. En el momento en que lo nacionalizamos en 2005, los ingresos [anuales] del petróleo eran de apenas 3 mil millones de bolivianos. Después de la nacionalización, el 22 de enero de 2019, día del aniversario del Estado Plurinacional, nos quedaron 38 mil millones de bolivianos de renta petrolera. [En 2005] nos dejaron un PIB de 9.5 mil millones de dólares. En enero del año pasado, lo dejamos en 42 mil millones de dólares; imaginen la importancia de este cambio.
Bolivia fue el último país de Sudamérica en crecimiento económico, pero en los catorce años que fui presidente, durante seis de ellos Bolivia ocupó el primer lugar. Cuando iba a foros internacionales, cumbres o a alguna toma de posesión, estos presidentes me preguntaban: “Evo, este año ¿cuánto crecimiento económico habrá?”. Les dije un 4 o 5 por ciento y me preguntaron qué había hecho para lograrlo. Y respondí: “Hay que nacionalizar nuestros recursos naturales, y los servicios básicos deben ser un derecho humano”.
Ahora han vuelto las privatizaciones. El Decreto Supremo 4272 [impuesto por el régimen de Jeanine Áñez] del 24 de junio de este año, propuso un regreso al pasado, reduciendo el Estado a un tamaño “enano”, como quiere el Fondo Monetario Internacional. El Estado no va a invertir en empresas públicas y contribuirá menos a la ampliación del aparato productivo en beneficio del pueblo boliviano. La idea de este decreto supremo es volver a que el Estado funcione sólo como regulador y no como inversionista en proyectos nacionales.
Las recetas del FMI están todas ahí en este Decreto Supremo: privatizar la electricidad, las telecomunicaciones, la salud y la educación. La privatización de la educación ya comenzó, porque este año no reservaron presupuesto para la creación de nuevas escuelas. El 14 de septiembre iniciaron la privatización de la energía en Cochabamba; el procurador designado por Áñez renunció, porque ese decreto de privatización era inconstitucional. Los servicios básicos son un derecho humano y no pueden ser un negocio privado, la salud no puede ser una mercancía y la educación es muy importante para la emancipación del pueblo. Entonces el pueblo se levanta en rechazo a esto.
Lamentablemente, Bolivia tiene actualmente dos pandemias: la pandemia que nos mata con el virus –y paraliza la producción mediante la cuarentena–, pero también un gobierno que paraliza todas las obras públicas y las somete a políticas capitalistas.
Nuestra tarea es defender las nacionalizaciones y profundizar la industrialización. Ésa es la meta que debemos alcanzar para poder continuar con el crecimiento económico. Pero primero tenemos que recuperar la democracia y recuperar nuestro país.
Ahora vemos nuevamente a nuestros hermanos indígenas siendo perseguidos por este régimen racista, liderado por Áñez y sus paramilitares. ¿Qué cree que debería hacer el próximo gobierno del MAS para ayudar a erradicar de una vez por todas el racismo en Bolivia?
Parece que en Bolivia volvemos a los tiempos de la Inquisición. La derecha racista ha utilizado la Biblia para hacer que otros la odien. Usan la Biblia para robar, matar y cometer genocidio. Usan la Biblia para discriminar, para quemar wiphalas [banderas indígenas], para patear a las mujeres oprimidas e indígenas. Fueron grupos racistas con dinero los que insertaron esa mentalidad.
En diciembre pasado, el senador republicano Richard Black reconoció que el golpe había sido planeado en Estados Unidos, aprovechando esta oportunidad [abierta por la derecha racista en Bolivia]. Me sorprendió lo que dijo el propietario de Tesla [Elon Musk] el 24 de julio: confesó haber participado en el golpe.
Entonces, el golpe fue dirigido contra nosotros y por nuestros recursos naturales, por el litio. Habíamos decidido industrializar el litio y comenzamos con nuestras reservas internacionales. Se habían firmado acuerdos [de comercialización] con Europa y con China. Como parte de la agenda patriótica con motivo del bicentenario de nuestra independencia, teníamos previsto construir cuarenta y una plantas, más de quince de cloruro de potasio, carbonato de litio, hidróxido de litio, tres de baterías de litio y otras plantas de insumos pero también de -productos. Pero dije: Estados Unidos no entra aquí, y ese fue nuestro crimen.
El golpe también estuvo dirigido contra nuestro modelo económico. Demostramos un modelo económico que prescindía del FMI, pero que tenía crecimiento y reducción de la pobreza y las desigualdades. Y luego vino el golpe.
Entonces creo que vamos a tener que buscar mecanismos para acercar a los bolivianos, porque no podemos tener esa confrontación. Es muy lamentable que haya paramilitares, grupos armados.
Nuestro Movimiento al Socialismo es un instrumento político para la soberanía de los pueblos, y este movimiento político de liberación no sólo es histórico, sin precedentes, sino único en el mundo. Porque en la época colonial nuestros pueblos indígenas estaban amenazados de exterminio: no sólo racismo y discriminación, sino exterminio. En algunos países latinoamericanos ya no existe un movimiento indígena, pero nuestros antepasados, como en Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y México, lucharon duro. Después de quinientos años de resistencia popular indígena, en 1992 dijimos: “De la resistencia a la toma del poder”. Y en Bolivia cumplimos esa promesa.
Cuando empezamos a demostrar que cuando nos gobernamos hay mucha esperanza para Bolivia, vino el golpe de Estado. Esa es nuestra realidad y por eso debemos tratar de poner fin a este racismo. Debemos estar unidos, respetando nuestras diferencias de carácter ideológico y programático. Pero eso exige política sin violencia.
Cuando usted fue presidente, llevó a Bolivia al escenario internacional y se unió a la lucha por un mundo multipolar. Lamentablemente estamos viendo que muchos de estos avances se han revertido debido a las acciones del régimen golpista. ¿Cuál sería, en su opinión, la mejor manera de recuperar en el futuro el lugar de Bolivia en el escenario internacional?
Cuando era dirigente sindical, participé en algunas reuniones de jefes de Estado, por ejemplo en Viena, sobre la lucha contra el tráfico de drogas. Con la ayuda de ONG que tenían estatus consultivo, pude participar y escuchar atentamente lo que decía mi gobierno en esos foros internacionales.
“Me sumo a las propuestas de Estados Unidos”, “apoyo las propuestas de Estados Unidos”, fue simplemente eso. Bolivia nunca tuvo una política patriótica, una propuesta boliviana. Cuando llegamos [al poder], nuestras propuestas se centraron en la defensa de la Madre Tierra y los servicios básicos. Llevamos una propuesta a las Naciones Unidas para que el agua fuera un derecho fundamental de todos los seres humanos y no un negocio privado: todos respaldaron esta propuesta, y sólo Estados Unidos e Israel se abstuvieron.
Podría comentar gran parte de la política internacional en el mismo sentido. Me reí de la intervención (video-link) del presidente de facto de Bolivia en las Naciones Unidas atacando a Argentina, acusando al presidente argentino de injerencia. ¿Qué derecho tiene ella ¡Tengo que hablar de interferencia extranjera! Pero pensando sobre todo en América Latina, en los tiempos de Chávez, Lula y Kirchner –tiempos distintos a los actuales– impulsamos importantes procesos de integración continental como la UNASUR y la CELAC. Barack Obama inició el proceso de destrucción de UNASUR, CELAC, utilizando la Alianza del Pacífico [alianza de gobiernos de derecha].
El actual presidente estadounidense ha organizado el Grupo de Lima para enfrentar a Venezuela. Frente a eso, necesitamos mayor unidad y pensamiento profundo en el Grupo de Puebla y otros sectores del ALBA-TCP [Alianza Bolivariana para las Américas]. Pero no estamos solos. Tengo grandes esperanzas de que nuestros pueblos, nuestros movimientos sociales, recuperen la democracia.
Nos gustaría una América plurinacional, porque somos muy diversos. Qué bueno sería para Europa, para otros continentes, reconocer esa diversidad, que esa diversidad fuera reconocida por las constituciones, por las organizaciones internacionales. En Bolivia somos muy diversos: la diversidad cultural es la riqueza de nuestra identidad, de nuestra dignidad. Y sobre la base de nuestra diversidad, luchamos por la libertad, por la igualdad: esa es la lucha profunda que estamos librando.
Sin embargo, en este momento realmente hemos vuelto al pasado. Lo que hacen los gobiernos neoliberales de derecha es simplemente decir lo que dice Estados Unidos. Esa política del siglo XIX que dice “Estados Unidos para los americanos” –la Doctrina Monroe– tiene que terminar.
Estados Unidos y el capitalismo piensan que son enviados de Dios para dominar el mundo, que la única soberanía es para Estados Unidos. Entonces, cuando un pueblo se libera, vienen las bases militares, la intervención militar y los golpes de estado.
¿Cómo ha sido el exilio para ti? ¿Cuáles son sus sentimientos acerca de los militares que lo traicionaron y qué hará el MAS una vez que regrese al poder para garantizar que el ejército sea leal a Bolivia?
No quería salir de Bolivia. Lo vi como una cuestión de “patria o muerte”. Pero un grupo de asambleístas, líderes nacionales, algunos ministros, me dijeron que primero “para salvar el proceso de cambio tenemos que salvar la vida de Evo”. Eso me sorprendió y no estoy tan convencido de que sea verdad.
Segundo, el 10 de noviembre, antes de mi renuncia, luego del motín policial de los dos días anteriores, los movimientos sociales llamaban a los bolivianos a recuperar la Plaza Murillo [en La Paz], y en la prensa escuché que las Fuerzas Armadas exigían mi dimisión. Después de eso, algún dirigente del sindicato COB también me pidió que renunciara. ¿Qué pensé en ese momento? Que si no hubiera dimitido, al día siguiente, con tanta tensión, habría una masacre. Para evitar la masacre opté por dimitir, porque somos defensores de la vida.
Hasta ese momento había habido muchos conflictos, como los paros opositores en Potosí y Santa Cruz a finales de agosto y septiembre. Evitamos muertes. Algunos me pidieron que militarizara las cosas y declarara el estado de sitio, pero me negué. Tuve muchas reuniones con los comandantes militares y policiales y les dije que las balas son para defender el territorio boliviano, no contra el pueblo.
Imagínese: Evo presidente, masacres, muertes. ¿Cómo hubiera resultado eso?
Incluso cuando llegué a Chimoré el domingo 10 de noviembre por la tarde dije: “Ahora me voy a la selva”. En ese momento pensé que si no renunciaba, al día siguiente habría una masacre en La Paz. La policía y los militares iban a fusilar a mis hermanos que querían recuperar el Palacio Quemado, la Plaza Bolivia y la plaza principal de la ciudad.
Me iban a culpar. Renuncié para que durante mi gobierno no hubiera muertes ni masacres, porque somos defensores de la vida, de la paz, pero con justicia social. Como paréntesis, diré que la lucha por la paz es una lucha contra el capitalismo: si hubiera paz con justicia social, no habría capitalismo, sería derrotado. Entonces, el 11 de noviembre salí de Bolivia.
Ese día, el territorio sudamericano estaba bajo control estadounidense. No dejaron entrar al espacio aéreo de Bolivia al avión que vino desde México a recogerme. Había tres, cuatro presidentes, comunicándose todo el día sobre cómo sacarme. Pero para el régimen [post-golpe], había dos resultados aceptables: Evo muerto o Evo en Estados Unidos. Cuando todavía estaba en El Alto, los propios militares comentaron que tenían que enviarme a Estados Unidos; otros compararon esto con el golpe [de 1973] en Chile.
Durante mi lucha sindical y política he sido encarcelado, procesado y confinado en Bolivia. Pero nunca antes había pedido asilo. Así que ahora que soy refugiado, he completado el currículum completo de un antiimperialista, de un izquierdista que no se rinde. Éstas son las consecuencias [de lo que hace esa persona].
La herencia del movimiento indígena es su anticolonialismo y antiimperialismo. En la época colonial desmembraron a Túpac Katari, y ahora en tiempos de la República quieren “desmembrarnos”, fusilar nuestro movimiento político, prohibir al MAS, prohibir a Evo. Eso es lo que planea Estados Unidos. Estados Unidos dijo: “El MAS no debe regresar al gobierno, ni Evo a Bolivia”. Pero estoy seguro de que algún día regresaremos, millones de nosotros, y restauraremos la libertad al pueblo boliviano.
Si pudieras retroceder en el tiempo, ¿qué mejorarías de tu gobernanza en Bolivia? Y, de cara al futuro, ¿qué espera ahora de MAS y qué papel le gustaría desempeñar?
En primer lugar, la formación de nuevos líderes requiere mucho liderazgo; por lo tanto, compartiré mi experiencia de lucha sindical, pero también de lucha y administración electoral. La política es una ciencia de servicio, de esfuerzo, de compromiso, de sacrificio por las mayorías, por los humildes. Evidentemente, la política es una lucha entre varios intereses. Y lo que nos distingue es que luchamos por intereses comunes, intereses colectivos, a favor de los pobres. Nuestra lucha no es concentrar el capital en unas pocas manos, sino redistribuir la riqueza, asegurar una cierta igualdad, justicia social, paz con igualdad, con dignidad, con justicia social. Cuando regresemos –y debemos regresar, tarde o temprano– tengo muchas ganas de compartir esa experiencia, compartir una pequeña parte de toda esta lucha.
Cuando llegué por primera vez al Chapare para vivir (de hecho, para sobrevivir, después de la muerte de mi padre), de repente me pidieron que fuera líder sindical. No quería hacer esto, pero había confianza en mí y por eso dejé mi trabajo agrícola. Llegué a la dirección sindical y fui torturado, perseguido, confinado, amenazado tantas veces. Desde 1989 he sido juzgado por tantas acusaciones, difamaciones, que no tienen ningún argumento ni fundamento real.
No vine al Chapare para ser líder y mucho menos para ser presidente. Pero mi escuela fue la lucha sindical, la lucha social, la lucha comunal, no como aquellos que dicen: “vengo de la juventud comunista o socialista”. Al vivir mi vida, me pregunté cómo es que Evo llegó a la presidencia sin una formación académica. Respondí que podía hacerlo gracias a nuestra verdad y honestidad. Este gobierno intentó culparme por la corrupción, pero no pudo hacerlo. Después de tantas difamaciones en mi contra. . . ¿Cuál es el punto de este?
Estamos seguros de que ganaremos la presidencia muchas más veces en el futuro.
Evo Morales fue presidente de Bolivia de 2005 a 2019.
Denis Rogatyuk es periodista de El Ciudadano, escritor, colaborador e investigador con varias publicaciones que incluyen Jacobin, Tribuna, Le vent se leve, Senso Comuna, el Zona gris, Y otros.
Bruno Sommer Catalan es un periodista chileno y fundador de El Ciudadano.
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Durante la Guerra del Agua de Cochabamba de 1999-2000 –una revuelta masiva contra la privatización del agua– usted fue un líder sindical que resistió al gobierno neoliberal de Jorge “Tuto” Quiroga. ¿Cómo se puede comparar la lucha de aquellos años con la resistencia actual en el trópico de Cochabamba?