La historia de la República Democrática del Congo (RDC) implica un discurso complejo y de amplio alcance que requiere abordar el tema con sutileza. El enfoque dominante que caracteriza la historia del país como una "cultura política arraigada" de corrupción entre la élite congoleña no ofrece una imagen completa.
Ese enfoque ciertamente no ayuda cuando se quiere entender lo que ha estado sucediendo en el Congo en los últimos diez años. Dos guerras civiles provocaron la muerte de unos 5 millones de personas. Aunque la Segunda Guerra del Congo terminó oficialmente en 2003, la paz sigue siendo difícil de alcanzar en ese país.
¿Qué está pasando exactamente en la República Democrática del Congo? ¿Cuál es la solución? En su libro, “El problema con el Congo: la violencia local y el fracaso de la consolidación de la paz internacional”, Séverine Autesserre aborda estas cuestiones. Autessere evalúa los esfuerzos de la "cultura internacional de consolidación de la paz" para lograr una paz duradera en la República Democrática del Congo. El argumento de Autesserre es que los esfuerzos internacionales de consolidación de la paz, incluida la mayor misión de mantenimiento de la paz de la ONU en el mundo, no lograron construir una paz sostenible en la República Democrática del Congo.
Señala que el fracaso internacional en la construcción de una paz duradera en la República Democrática del Congo no es único. Autesserre sostiene que las investigaciones muestran que una participación significativa de terceros es fundamental para que la implementación de la paz tenga éxito en un conflicto militarizado. Sin embargo, “como en el caso del Congo, el 70% de los procesos de paz que se benefician de una mediación internacional significativa aún no logran construir una paz duradera” (Autesserre 2010). Autesserre opina que la razón por la que estos procesos de consolidación de la paz fracasan se debe en parte al hecho de que los mediadores internacionales tienden a restar importancia o ignorar lo que ella llama "agendas locales". “Las agendas locales –a nivel del individuo, la familia, el clan, el municipio, la comunidad, el distrito o el grupo étnico– impulsan, al menos en parte, la continuación de la violencia durante la implementación del acuerdo de paz” (Autesserre 2010).
Por lo tanto, después de que la guerra civil de la República Democrática del Congo terminó oficialmente en 2003, las agendas locales continuaron alimentando las “insurgencias” que desestabilizaron las provincias de Kivu, escribe Autesserre. En Kivu del Norte, la milicia Mai Mai, en connivencia con el presidente congoleño Joseph Kabila, así como con las milicias hutu ruandesas, luchó contra soldados congoleños de ascendencia ruandesa “para consolidar sus reclamos sobre tierras, recursos naturales y posiciones de autoridad provinciales y subprovinciales” ( Autesserre 2010). Por otro lado, los congoleños de ascendencia ruandesa rechazaron cualquier tipo de acuerdo porque temían perder el poder económico y político local que habían adquirido durante las guerras anteriores.
“Estos conflictos alimentaron la violencia contra la minoría de habla kinyarwanda de los Kivus y mantuvieron la presencia de rebeldes hutus ruandeses en territorio congoleño, los cuales siguieron siendo los principales obstáculos para la reconciliación nacional y regional desde 2003 en adelante. Como se hizo evidente con el recrudecimiento de la violencia en 2008, estas cuestiones de base también tenían el potencial de reavivar las guerras nacionales y regionales” (Autesserre 2010).
Autesserre añade que las “causas de arriba hacia abajo” también contribuyeron a la violencia después del fin oficial de la guerra civil. Señala que los políticos congoleños y extranjeros manipularon a los líderes y milicias locales para enriquecerse y conseguir apoyo para sus causas. Es por estas razones que Autesserre sostiene que además de abordar las causas de arriba hacia abajo de la violencia en la República Democrática del Congo, también deberían haberse implementado procesos de resolución de conflictos de abajo hacia arriba.
El análisis de Autesserre es claro y relevante, pero carece de amplitud. Explora principalmente lo que ella llama cultura de construcción de paz, sin someter a organizaciones como la ONU a un análisis institucional. Un análisis institucional explica la realidad a través de los roles y la dinámica de las instituciones subyacentes.
Por lo tanto, el punto de partida de un análisis institucional sería afirmar lo obvio: la ONU sólo puede “desempeñar un papel positivo si las grandes potencias le permiten desempeñar un papel positivo” (Chomsky 2003). Según Chomsky (2003), Estados Unidos es el mayor deudor de la ONU. Por tanto, la ONU depende de Estados Unidos para pagar sus cuentas. Naturalmente, partes de la ONU que no gustan a Estados Unidos “prácticamente las eliminamos” (Chomsky 2003).
Es desde este punto de vista que podemos empezar a entender por qué la ONU no logró impedir las matanzas en masa en Ruanda, por ejemplo. La ONU no pudo detener las atrocidades en Ruanda en parte porque Estados Unidos presionó para que las fuerzas de la ONU se retiraran de Ruanda cuando las matanzas comenzaron en abril de 1994 (Herman y Peterson, 2010). La razón por la que Estados Unidos presionó para que se retiraran las fuerzas de la ONU de Ruanda es porque buscaba un cambio de régimen en ese país, y Estados Unidos no quería que las tropas de la ONU se interpusieran en el camino de su aliado de confianza: Paul Kagame y su Frente Patriótico Ruandés (FPR). , según Herman y Peterson (2010).
Es este tipo de apoyo el que allanó el camino para que Kagame y su aliado, Yoweri Museveni, “los dos clientes más acérrimos de Estados Unidos en la región, invadieran y ocuparan periódicamente la República Democrática del Congo... y más allá sin oposición de la 'comunidad internacional'” (Hermann y Peterson 2010). Cabe señalar que Estados Unidos ha apoyado activamente estas invasiones de la República Democrática del Congo, “incluso más fuertemente de lo que apoyó la campaña del FPR para tomar Kigali”. Y, como han documentado muchas organizaciones de derechos humanos, estas invasiones de la República Democrática del Congo han provocado la matanza de muchos miles de refugiados hutus en una serie de matanzas masivas... y también han proporcionado cobertura para una serie mayor de ataques de Kagame y Museveni contra el Congo que han desestabilizado la vida en este gran país…”
En mi opinión, son estas dinámicas institucionales subyacentes las que más contribuyen al fracaso internacional en la construcción de una paz duradera en lugares como la República Democrática del Congo. Y, haciendo eco de Autesserre (2010), “comprender las razones de estos fracasos es más que un ejercicio académico.
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