En nombre del espíritu de Libertad y Justicia que en esta suprema era de grandeza nos reúne en este presente luminoso, deseo extenderles a todos mis más sinceros y fraternos saludos.
Comenzaré recordando que el 10 de agosto del año 1809, el valiente pueblo del Ecuador pronunció en Quito el Primer Grito por su ansiada Independencia. La misma ciudad en la que hoy, a 200 años de asumir nuestro implacable proceso de Independencia, nos reunimos con el propósito de responder a un compromiso inevitable y a una esperanza concreta: honrar el esfuerzo de toda una generación de libertadores que abrieron el camino hacia la nuevas repúblicas de Nuestra América.
A la luz y a la sombra de la semilla de libertad sembrada por nuestros antecesores en las grandes tierras de Abya Yala, ha resucitado la idea de unión de repúblicas propuesta por el Libertador durante su vida política.
El mismo Bolívar que nos dio estas significativas palabras el 6 de septiembre de 1815, en su Carta desde Jamaica, enviada en respuesta a Henry Cullen, un súbdito británico residente en Falmouth, como un gran diario ideológico que, en aras de su relevancia y verdad, me permite incluir estas líneas: "Seguramente, la unidad es lo que necesitamos para completar nuestra obra de regeneración. Sin embargo, la división entre nosotros no es nada extraordinaria, pues es característica de las guerras civiles formadas por dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros suelen ser más numerosos, porque el peso de la costumbre induce a la obediencia a los poderes establecidos, los segundos son siempre menos numerosos aunque más vocales y eruditos, de modo que la masa física de uno se ve contrarrestada por la fuerza moral del otro, la fuerza moral del otro. "El contexto es prolongado y los resultados son inciertos. Afortunadamente, en nuestro caso, las masas han seguido la inteligencia."
El Padre Bolívar reveló así una de sus mayores angustias: ver a todas las naciones de este lejano y ancho continente unidas en una sola Patria Grande.
El espíritu de la nación de Colombia se expresó por primera vez en Angostura, bañada por las aguas de nuestro indomable Orinoco, en el año 1819. Surgida de los sueños de Francisco de Miranda, Colombia fue hecha realidad por nuestro Bolívar ese mismo año, y aunque luego desmembrado, su espíritu, ahora más que nunca, debe expresarse urgentemente para que nunca se pierda.
Nuestra Unión era para Bolívar un fin generoso al que sólo llegaríamos mediante actos sensatos y esfuerzos bien dirigidos. Y hoy -a 200 años de aquella colosal gesta histórica- el nacimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) es la fiel manifestación de ese proceso de nuestra liberación nacional que sigue triunfando con gran vigor.
Sin embargo después de presentar esta síntesis histórica, debo decir con profunda ansiedad que la unión e independencia de nuestros países representa una amenaza para quienes aspiran a seguir controlando nuestras riquezas naturales, nuestras economías y nuestra voluntad política, es decir, nuestra soberanía.
Es evidente que, ante los pasos progresistas y democráticos de nuestro continente, el Imperio norteamericano -que en los últimos cien años ha ejercido su hegemonía sobre la vida de nuestras repúblicas- ha iniciado una anacrónica y reaccionaria contraofensiva con el propósito de subvertir la unión, la soberanía y la democracia de nuestro continente e imponer la restauración de la dominación imperial en todos los aspectos de nuestras sociedades.
En este sentido, compartimos la visión de muchos en América Latina y el mundo: esta contraofensiva comenzó el 28 de junio de este año, con el perverso golpe de Estado contra la hermana nación de Honduras. Los militares golpistas hondureños y las poderosas voces conservadoras en Washington dicen que la operación contra el presidente Zelaya fue una maniobra planeada para destruir la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Nuestra alianza es un proyecto de paz, justicia social y solidaridad unificada, de democracia participativa con y para las mayorías de nuestros países; y al mismo tiempo es un proyecto independiente guiado por el liderazgo legítimo de los humildes de hoy.
El infame golpe de Estado ha encontrado una respuesta digna de los pueblos de Honduras, enfrentando la represión y demostrando que son los dignos herederos del heroico Morazán, quien después de 200 años, aún permanece alerta.
Por esta razón, en nombre de la unidad que siempre hemos evocado y a la luz de los acontecimientos recientes, llamo ahora a vuestra atención lo siguiente:
Camaradas, en mi gobierno estamos verdadera y profundamente preocupados por la tensa situación que vive nuestra hermana República de Colombia por la instalación de al menos siete bases militares norteamericanas en ese territorio vecino.
Deseamos denunciar, aquí y ahora, que esto es parte de un plan político y militar orquestado para destruir el proyecto de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y además representar la mayor amenaza en este momento histórico a las riquezas infinitas. de nuestro continente, que son: el oro negro, nuestro petróleo; el oro azul, nuestras enormes reservas de agua; y el oro verde, nuestra Amazonia.
En los últimos años hemos denunciado el acoso interminable contra nuestro país y nuestra Revolución Bolivariana por parte de las elites que controlan el imperio estadounidense. Nuestro Pueblo ha derrotado -para asombro de la opinión internacional- un golpe de Estado, varios sabotajes económicos y la embestida descarada del terrorismo mediático con alcance internacional y nacional. Hermanos y hermanas de América del Sur, las justificaciones políticas y mediáticas del gobierno colombiano y de los jefes de estas bases militares son una amenaza concreta a la paz, la independencia y los derechos del Pueblo venezolano.
En los últimos días hemos recibido muestras de solidaridad y preocupación de los pueblos y gobiernos del continente, así como de un amplio sector de la sociedad colombiana. Creen que quienes nos amenazan son capaces de detener el curso de esta nueva y heroica historia que hoy escribimos en paz: "hacernos respetables es la garantía indestructible de vuestros esfuerzos posteriores por preservarlos", dijo José Gervasio Artigas. "
Pero, como hace 200 años nuestros pueblos hicieron retroceder al decadente imperio de España, hoy contamos con condiciones morales y políticas superiores para neutralizar a los sectores guerreristas y garantizar que nuestro continente sea una tierra de paz y sin amenaza militar.
"Sería un grave error pensar que la amenaza es sólo contra Venezuela. Está dirigida a todas las naciones del sur del continente", dijo el compañero Fidel en sus recientes escritos titulados "Siete puñales en el corazón de América". Geopolíticamente estamos al sur de la hegemonía, una realidad que trasciende las actuales tendencias políticas de los gobiernos del mundo es que el problema de la guerra es una preocupación de toda la humanidad.
Nuestras preocupaciones nunca han sido un secreto, y de esta verdad eterna habló el Apóstol de América José Martí, dejando en 1884 una pregunta sin resolver, que en nuestros días aún tiene relevancia: "¿Qué somos, General (Máximo Gómez)? Heroicos y modestos". ¿servidores de una idea que inflama nuestros corazones, los amigos leales de los pueblos desgraciados, o los líderes valientes y afortunados que con látigo en mano y espuela en el talón se preparan para desatar una guerra civil sobre el pueblo, para luego tomar el poder después de él?
No podemos ocultar el clamor del pueblo colombiano y su deseo de alcanzar la paz en su país. Después de siete décadas de guerra interna, una solución sólo se encontrará en un resultado político negociado que respete las garantías constitucionales y cuente con el apoyo de toda América del Sur.
El pueblo colombiano tiene derecho a la paz. Una élite servil, cuyo negocio es la guerra en nuestra hermana nación, no puede pretender expandir e imponer su conflicto armado con el pretexto de estigmatizar y desestabilizar a los movimientos revolucionarios progresistas que avanzan por medios legítimos, democráticos y pacíficos con los sueños y banderas de nuestra nación. Libertadores, para completar su obra inconclusa de unión, justicia e independencia.
No creemos en una sociedad completamente libre de conflictos, eso sería una utopía, pero entendemos que estamos llamados a emprender mejores luchas, a reconocerlas y contenerlas, a vivir -no a pesar de ellas- sino de manera productiva e inteligente. con ellos. Sólo un pueblo escéptico ante el atractivo de la guerra es un pueblo dispuesto a la paz, parafraseando a nuestro hermano colombiano Estanislao Zuleta.
Y si queremos una paz auténtica, debemos responder de manera oportuna, con claridad y valentía, a las mayores necesidades de nuestros pueblos.
Llegó la hora, América del Sur, la hora de la UNASUR, confiamos en la capacidad política de nuestra naciente unión para enfrentar en este momento la amenaza que pone en riesgo el futuro de nuestras repúblicas, el futuro de nuestros pueblos y el futuro de toda la humanidad. .
Seguimos entonces, compañeros, en la máxima de Bolívar, construyendo ese gran Pacto Americano, para que todas nuestras repúblicas formen un solo cuerpo político que represente a América ante el mundo con una imagen original de majestuosidad y grandeza que no haga referencia a las viejas naciones. América, así unida, si el cielo le concede este deseo, se llamará reina de las naciones y madre de las repúblicas.
En hermandad,
Hugo Chávez Frias
Palacio de Miraflores
Caracas, 10 de agosto de 2009
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