Imaginemos un país de Europa occidental en el que el 56% de los jóvenes estén desempleados; donde más de 6 millones están sin trabajo; donde 400,000 familias han sido desalojadas de sus hogares en los últimos 4 años; donde casi un tercio de los niños viven en la pobreza. En los últimos años, sus gobernantes políticos han implementado uno de los mayores programas de austeridad de la historia, condenando a millones más a la pobreza y la indigencia, y con más políticas antisociales aún más brutales por venir. Ahora imaginemos que esos mismos gobernantes –muchos de ellos millonarios–, incluido el Presidente, hayan estado exprimiendo millones en pagos corruptos, tanto de donaciones privadas como de dinero público durante la última década. Sin embargo, como ocurre con muchas posiciones previamente “impensables” generadas por la actual crisis capitalista y el caos, esta situación “imaginaria” es una realidad, que ahora se desarrolla en España.
No se debe subestimar el impacto de estos acontecimientos en una situación ya explosiva. Los acontecimientos del último breve período así lo atestiguan. El lunes 18 de febrero, miles de trabajadores de Iberia en huelga contra los despidos bloquearon el aeropuerto de Barajas en Madrid, provocando cargas policiales y brutalidad. Tras una serie de suicidios provocados por los desalojos de viviendas (cuatro suicidios en sólo 4 horas), los bomberos de las regiones de Madrid, Galicia, Cataluña y Canarias se han negado a colaborar en los desalojos. El sindicato de bomberos de Madrid emitió un comunicado negándose a actuar como “títeres de los bancos y de sus servidores en el gobierno”. Luego, decenas de miles de personas salieron a las calles en un día de manifestaciones masivas pidiendo el fin de todos los desalojos. La patética debilidad del gobierno de Rajoy tras el último escándalo es un nuevo elemento clave en esta situación de creciente lucha y radicalización desde abajo.
Escándalo de Bárcenas
A finales de enero, el diario 'El País' publicó documentos, supuestamente relatos secretos escritos a mano que cubrían los últimos 11 años (hasta 2008), escritos por el ex tesorero del PP, Luis Bárcenas. Ha estado en el punto de mira tras las investigaciones sobre un escándalo de corrupción anterior: el caso "Gurtel". Esto reveló que tenía una cuenta en un banco suizo, con un alijo por un total de más de 22 millones de euros, producto de años de saqueo libre de impuestos. Sin embargo, estos documentos secretos contenían información aún más jugosa. Esto ha sumido al gobierno en su crisis más profunda hasta el momento, disolviendo su ya desaparecida legitimidad a los ojos de la gran mayoría de la gente.
Detallaron el pago de sumas regulares de efectivo derivadas de donaciones (en su mayoría ilegales) de grandes empresas al partido, a los máximos dirigentes del PP, incluido el actual presidente, Mariano Rajoy. Indican que durante este tiempo Rajoy recibió un total de más de 300,000 euros en pagos de este tipo, incluidas sumas extraordinarias y únicas, ¡destinadas a gastar en “trajes”! También detallan pagos de escala similar a una amplia gama de líderes del PP, incluido el “número 2” del PP, María Dolores De Cospedal, y pagos a la Ministra de Salud, Ana Mato, que incluían entradas marcadas como “Luis Vitton”, ¡para accesorios de moda! No sorprende el origen de estas donaciones, principalmente de grandes empresas constructoras, pero también de empresarios de otros sectores. Se trata de grandes patrones españoles, comprensiblemente deseosos de financiar al partido que desde entonces les ha traído obsequios como reformas laborales antiobreras y contratos lucrativos en hospitales y centros de salud privatizados, entre muchos otros.
Además, el repertorio de políticas implementadas por este partido sólo durante el último año incluye un regalo directo tanto para los defraudadores como para los evasores de impuestos: una amnistía fiscal que permite a los evasores de impuestos ricos repatriar sus ganancias, evitando el golpe total de los pagos de impuestos retroactivos. El hecho de que esta escandalosa política fuera utilizada por el propio Bárcenas para “repatriar” más de 11 millones de euros el año pasado es un detalle adicional profundamente embarazoso, que ayuda a arrojar luz sobre esta elaborada estafa.
La respuesta de Rajoy y su gobierno hasta ahora ha sido despectiva, basada en una negación absoluta y ofertas de aportar “pruebas” que insultan la inteligencia del pueblo español. La “prueba” que Rajoy promete presentar no va más allá de una oferta para publicar copias de sus declaraciones de impuestos – ¡como si éstas incluyeran detalles de pagos en efectivo corruptos libres de impuestos! Sin embargo, a medida que avanza la saga, revelación tras revelación da más credibilidad a las acusaciones. Expertos en análisis caligráficos encargados por El País, El Mundo y otros periódicos del establishment han confirmado que los artículos fueron escritos por Bárcenas. Diputados del PP y figuras clave, incluido el presidente del Senado español, tienen anotaciones en los periódicos. En una audiencia posterior ante el tribunal anticorrupción, el exdiputado del PP, Jorge Trias, juró bajo juramento que la copia de las cuentas en circulación era la misma que le había mostrado previamente el propio extesorero.
Hasta ahora, la respuesta del gobierno a las acusaciones ha consistido en un intento optimista de cerrar filas, negar todo conocimiento y elogiar la confiabilidad y el “historial de manos limpias” del presidente. Sin embargo, dada la acusación condenatoria contra el PP que representan estas acusaciones, es inevitable que una capa de líderes llore mal, en un intento oportunista de salvar sus fortunas políticas. Ya se están dibujando las líneas generales de una grave crisis interna.
Divisiones internas y divisiones en el régimen
En 2004, cuando Rajoy ganó el liderazgo del PP, su principal rival era la líder del PP de Madrid, Esperanza Aguirre. Es una política apasionada, generalmente vista como una parte de la derecha de Rajoy que apela a la base más conservadora del PP, con su retórica más provocativa contra los sindicatos, la izquierda y las nacionalidades españolas. Hasta hace poco, parecía que Rajoy había podido librarse de su irritante influencia. Pero como una gripe que te ataca por la mañana cuando menos lo necesitas, el escándalo de Bárcenas la ha devuelto a escena. Muy crítica con la gestión de la crisis por parte de la dirección del partido, se ofreció a liderar una “regeneración” democrática, junto con llamamientos para la destitución del Ministro de Salud, Mato. Si bien en la actualidad esta minirebelión parece confinada a Madrid, a medida que la saga se desarrolla y la presión aumenta de todos lados (sobre todo de los trabajadores y los jóvenes), Rajoy podría quedar cada vez más aislado.
Una de las características de la situación actual, de profunda crisis e inestabilidad, y de rabia y fermento populares, es que surgen divisiones dentro del propio régimen. Esto podría vincularse y exacerbar las brechas ya abiertas que se han abierto, a nivel nacional/regional, tanto dentro del PP como dentro de las fuerzas estatales (ejército, policía, poder judicial, etc.), que ya han sido un factor de la debilidad subyacente del gobierno.
Si bien este proceso se ve acentuado por determinadas cuestiones y acontecimientos, como el escándalo actual, también es una característica general de los períodos de crisis profunda. A menudo, en esos períodos la clase dominante no tiene un proyecto claro para superar la crisis y restaurar el crecimiento y la estabilidad en torno al cual pueda reunir sus fuerzas y su base social. Qué mejor descripción de la situación que enfrentan el gobierno español y la clase capitalista, en camino de colisión con la mayoría de la sociedad y unidos a una agenda de austeridad suicida que empuja a la economía a una depresión más profunda. Semejante situación, combinada con una presión masiva que se está acumulando desde abajo y el desarrollo de nuevas luchas de los trabajadores y la juventud, con algunas características y tradiciones revolucionarias, seguramente infundirá miedo en los corazones de la clase dominante. Naturalmente, esto provoca riñas y divisiones. Estos temores, así como el fermento masivo y la creciente determinación de luchar entre los trabajadores y los jóvenes, muestran que los acontecimientos, en última instancia, se están moviendo en una dirección revolucionaria, como la situación objetiva lo pide a gritos. Sin embargo, para que esto sea algo más que un análisis abstracto, se debe librar una lucha para establecer las condiciones subjetivas para una revolución: un movimiento poderoso con la estrategia y el programa político necesarios para una lucha hasta el final. La ausencia de estas condiciones explica infinitamente la situación actual.
¿Caerá el gobierno?
A pesar de la rápida pérdida de legitimidad del gobierno, la respuesta inicial de la clase dominante a esta crisis será tratar a toda costa de mantener al gobierno actual, por temor a la inestabilidad aún mayor que traería cualquier acuerdo alternativo. En términos parlamentarios, el PP disfruta de una gran mayoría, y la segunda fuerza estatal confiable del capitalismo, el ex socialdemócrata PSOE, está atravesando su propia profunda crisis de apoyo y legitimidad –con un 23-24% en las encuestas– sin ninguna respuesta inmediata. perspectiva de ganar las elecciones. ¡Un problema para la clase dominante en cualquier intento de restaurar la legitimidad del gobierno capitalista es que la crisis de legitimidad del PP se extiende a todos los pilares del establishment! No existe ninguna institución o partido capitalista prominente que goce de la confianza de la amplia masa de españoles, vascos, catalanes, etc.
Esto se aplica a todos los pilares de la tan promocionada nueva “democracia” española tras la “Transición” del franquismo. La Monarquía está inmersa en sus propios escándalos, tras el caso de Urgandarin, el yerno del rey, que ganó millones para él y sus amigos robando las ganancias de instituciones caritativas, y las vergonzosas revelaciones del propio rey sobre viajes de caza de elefantes en el gasto del contribuyente. Semanas antes de que estallara el escándalo actual, una encuesta de opinión de Metroscopia publicada en El País mostraba que un sorprendente 96% de las personas consideraba que el nivel de corrupción entre la clase política en su conjunto era “muy alto”. Incluso el modelo de Estado, las “autonomías” que tras la transición a la democracia fueron aclamadas como la solución definitiva a la histórica cuestión nacional, han perdido su legitimidad: sólo el 18% está a favor del mantenimiento del modelo actual. en algunas encuestas.
El PSOE, junto con los partidos nacionalistas de derecha en Cataluña y el País Vasco, también se ven acosados por escándalos de corrupción regulares. De hecho, una crisis similar de pagos corruptos de los grandes patrones al PSOE fue clave para el derrocamiento del gobierno de Felipe González en los años noventa. La lista sigue y sigue y ha sido una característica de la política española durante muchas décadas, especialmente durante el auge de la construcción de la última década. Sin embargo, si bien un auge puede engordar muy bien a una clase gobernante podrida y corrupta, una crisis también puede exponerla tal como es.
¿Hacia un régimen “tecnócrata” o un gobierno de unidad nacional?
En este contexto, cualquier alternativa a Rajoy basada en elecciones anticipadas traería una profunda incertidumbre para la clase dominante y el capitalismo. La clase capitalista, en España y a nivel internacional, es consciente de que los años venideros contienen muchas barreras que derribar y batallas que librar, sobre todo entre el gobierno central español y las nacionalidades, especialmente Cataluña. Y para ese período, quieren un gobierno confiable que pueda resistir mejor la presión y la oposición de las masas. Esto implica un gobierno con una mayoría considerable y al menos un mínimo de legitimidad entre un sector de las clases media y trabajadora. De momento, Rajoy no se lo facilita. Sin embargo, a falta de una alternativa en la que puedan confiar, pueden retenerlo por un tiempo.
Dicho esto, la burguesía y sus representantes ya habrán pensado y planificado ampliamente un posible escenario de “plan B”. Informes de prensa ya indican que en torno al PP se han contemplado las opciones de la dimisión de Rajoy para ser sustituido por su adjunto, e incluso de elecciones anticipadas. Una perspectiva posible, incluso probable, es que si la presión sobre Rajoy no disminuye, en un intento por impedir nuevas elecciones arriesgadas, la cuestión de un gobierno de unidad nacional, o un “gran pacto nacional”, una idea con fuerte resonancia e historia, en España tras el “pacto de la Moncloa” de los años 1970, vuelve a estar en la agenda. En Italia y Grecia ya hemos visto la imposición de gobiernos de este tipo, encabezados por figuras tecnócratas. En las condiciones actuales, los acontecimientos en España también parecen ir en esta dirección, aunque es evidente que cualquier gobierno tecnócrata o de unidad nacional no traería en modo alguno estabilidad o un período de “paz social”.
Organizar desde abajo para forzar un movimiento capaz de derrocar al gobierno.
Cualquier solución de este tipo debería toparse con una resistencia masiva organizada por parte de los trabajadores y los movimientos sociales, con una lucha decidida que exija la caída del gobierno y nuevas elecciones. Como ha señalado el Socialismo Revolucionario (CIT en España), con la actual debilidad del gobierno del PP, un movimiento obrero con una estrategia seria y un liderazgo digno de ese nombre podría derribarlo mediante un nuevo calendario de movilizaciones. Después de tres poderosas huelgas generales de 24 horas en los últimos dos años, tal plan de movilizaciones tendría que representar una intensificación, con una huelga general de 2 horas como el siguiente paso en una lucha capaz de hacer a un lado al gobierno del PP.
Sin embargo, en la situación actual, muchos en España se preguntarán, un tanto desesperados: “¿por qué no se ha desarrollado un movimiento así, a pesar de la magnitud de la quiebra del gobierno?”. La respuesta a esta pregunta reside principalmente en el estado de la dirección del movimiento obrero tradicional y de sus principales fuerzas: los sindicatos. Los dirigentes de los dos principales sindicatos, CCOO y UGT, no parecen tener intención de tomar la iniciativa en la organización de tal lucha. Sus recientes declaraciones se han limitado, en el mejor de los casos, a una exigencia de la dimisión personal de Rajoy. Incluso entonces, puso como condición la necesidad de “probar” la veracidad de las acusaciones. Millones de trabajadores, desempleados, jóvenes y pensionados no necesitarán condenas judiciales antes de tomar una decisión sobre la naturaleza podrida, corrupta y antiobrera de este gobierno de ladrones. Los dirigentes sindicales no han hecho ningún intento significativo de movilizar el poder colectivo de la clase trabajadora desde la magnífica huelga general del 14 de noviembre, cuando más de 10 millones de personas se declararon en huelga y 4 millones salieron a las calles.
Esto a pesar de una creciente militancia desde abajo, como lo demuestra la acción masiva y combativa que han emprendido los trabajadores de diferentes sectores en todo el estado desde la huelga general. Han surgido formas de lucha “nuevas” y militantes. La táctica de las ocupaciones de centros de trabajo ha vuelto a estar en el orden del día, tras el inicio del maravilloso movimiento de la “marea blanca” contra los recortes sanitarios y la privatización en Madrid, en el que más de 20 hospitales han sido parcialmente ocupados por trabajadores, y ya algunos menores parciales. se han obtenido victorias. También abundan las huelgas indefinidas, rara vez vistas hasta ahora: trabajadores desechados en Sevilla, Granada, Cádiz y otras ciudades, junto con numerosas empresas del sector privado. Estos acontecimientos muestran claramente que la fuerza dinámica en el movimiento obrero, la fuerza que marca el ritmo real de la lucha y expresa el estado de ánimo en la sociedad, es la clase obrera y las bases sindicales, en contraste con los acercamiento de las capas superiores.
La actual posición pasiva de los líderes es una continuación de la política que han implementado desde el comienzo de la crisis. Sólo han actuado cuando se encontraban bajo una presión insoportable, para organizar huelgas generales –que invariablemente han sido movilizaciones fuertes y exitosas– sólo para proceder a la desmovilización inmediata, en lugar de optar por la intensificación para imponer alternativas a la austeridad del gobierno. La burocracia sindical española parece estar profundamente estancada en el modo anterior a la crisis, cuando el auge económico permitió parcialmente un enfoque de “colaboración social”, de acuerdos con los patrones y el gobierno para proteger los logros sociales y al mismo tiempo salvaguardar la “paz social”. Sin embargo, este período ha terminado. En el contexto de la profunda crisis del capitalismo, ningún acuerdo o pacto puede disimular las divisiones de clases en la sociedad, y la debilidad y pasividad del movimiento obrero fomenta una agresión aún más salvaje por parte del capital. Los líderes sindicales también están aún más domesticados por la dependencia del movimiento de la financiación estatal, lo que disminuye aún más su deseo de no “hacer olas”.
Pero este enfoque, y su actual negativa a actuar con decisión, en última instancia no podrán detener el desarrollo de la lucha. En mayo de 2011, una coyuntura similar, con la crisis desarrollándose a la velocidad del rayo y una dirigencia sindical poco dispuesta a dar expresión a la creciente ira, llevó a la explosión del movimiento 15M de los Indignados. Desde entonces, este movimiento ha disminuido un poco y se ha dispersado, incluyendo avances positivos como el creciente movimiento masivamente popular de acción directa contra los desalojos de viviendas. Esto se ha debido en parte a las debilidades de organización y programa político (o falta de ellos) que el CIT y el SR delinearon desde el nacimiento del movimiento.
Sin embargo, de manera similar, la situación actual podría provocar la explosión de un movimiento que pasa por alto a los dirigentes sindicales. La huelga nacional de estudiantes de tres días de duración en la primera semana de febrero ya estuvo acompañada de manifestaciones masivas que exigían la dimisión del gobierno. Estas y las protestas sobre temas específicos –incluidos los desalojos– pueden ser una expresión del descontento y la rabia generalizados en la sociedad. Sin embargo, para sacar a este gobierno y sus políticas del escenario de la historia, es necesario un movimiento masivo, organizado y sostenido, que reúna todas las luchas individuales en una huelga general. Para ello, y para superar el obstáculo de la burocracia sindical, la construcción, el fortalecimiento y la coordinación de mecanismos democráticos de control desde abajo –asambleas y comités de acción en los lugares de trabajo, universidades, escuelas y barrios– es una demanda clave del momento. Dichos órganos, organizados democráticamente con la elección de delegados –y el derecho a revocarlos– son un ingrediente clave del tipo de movimiento necesario.
La izquierda y la lucha por un gobierno de los trabajadores
¡Una de las principales razones por las que la clase capitalista tiene tanto miedo al espectro de nuevas elecciones es su miedo a cómo votarán las masas! Inmediatamente después de las revelaciones de corrupción de Rajoy, el Financial Times se desesperó: “Si las elecciones se celebraran ahora, España podría enfrentarse a una fragmentación política al estilo griego, con los dos partidos principales reducidos al tamaño reducido del conservador ND y... PASOK de Grecia. (que, al igual que el PP, también obtuvo recientemente la mayoría absoluta)”. Este temor, también expresado por el propio Rajoy, entre la élite está totalmente justificado. El “bipartidismo” (sistema bipartidista) de España ha funcionado desde la caída de Franco como un factor estabilizador clave para el capitalismo, garantizando su control sobre el gobierno, ya sea bajo un color u otro. Sin embargo, ésta es otra institución destrozada por la crisis.
Las encuestas de opinión recientes muestran una caída colosal del PP, más del 20% menos que su victoria electoral de noviembre de 2011. Pero el PSOE, el segundo partido estatal confiable del capitalismo, no ha cosechado los beneficios, y las encuestas muestran que ellos también han perdido terreno, incluso en comparación con el histórico varapalo que recibieron en las últimas elecciones. De hecho, la principal fuerza que se ha beneficiado ha sido Izquierda Unida (IU), junto con nuevas fuerzas de la izquierda nacionalista (Bildu en el País Vasco y la CUP en Cataluña). En encuestas recientes, IU se sitúa entre el 15 y el 16%, frente a menos del 7% en las elecciones de 2011 y menos del 4% en 2008. En las recientes elecciones catalanas, el voto a la izquierda (ICV/IU y los independentistas, anticapitalista CUP) alcanzaron un segundo lugar combinado en la capital catalana, Barcelona. Este proceso es la mejor expresión de la radicalización y el consiguiente giro hacia la izquierda que ha experimentado la conciencia pública durante la crisis, y especialmente en los últimos 12 meses.
Sin embargo, una cuestión decisiva es si estos cambios en el apoyo seguirán siendo una cuestión de mera intención electoral, o si –junto con las luchas explosivas que se avecinan– pueden traducirse en un movimiento real capaz de cambiar radicalmente la situación para mejor. Queda mucho trabajo por hacer para que la respuesta sea positiva. Sin embargo, el crecimiento de la izquierda, sobre la base correcta, puede ponerla rápidamente en posición de competir por una mayoría. La perspectiva de un gobierno alternativo de la izquierda antiausteridad sería un factor catalizador clave en la situación en España y daría una nueva esperanza y confianza a los movimientos sociales y de trabajadores cada vez más decididos a luchar para detener la carnicería social.
Para que tal perspectiva sea viable, es necesario extraer varias conclusiones políticas y organizativas. En primer lugar, partimos de una situación en la que la hegemonía del PSOE como partido de “oposición” por defecto está amenazada, tras décadas de políticas procapitalistas, incluida la que inició la actual ofensiva de austeridad entre 2008 y 2011. Esto proporciona a la verdadera izquierda con una oportunidad de oro para sellar el destino de este ex partido de trabajadores – al basurero de la historia. Sin embargo, una forma desastrosa de hacerlo sería apuntalar al PSOE mediante pactos políticos y coaliciones con él, lo que lamentablemente es una estrategia defendida por la mayoría de la dirección de IU. En Andalucía vemos que se están dando los frutos de tal política: un gobierno con ministros de IU implementando el mayor programa de austeridad en la historia de la región. Una estrategia así es incapaz de asegurar que IU se desarrolle como la voz política de una sociedad que se aleja de los partidos del sistema. Peor aún sería el impacto de una repetición de la experiencia andaluza a nivel estatal, que se plantearía desde algunos sectores en el contexto de nuevas elecciones. Para evitar un escenario tan desastroso hay que aprender de la experiencia internacional, especialmente de la implosión del PRC (Partido de Refundación Comunista) italiano tras su participación en el gobierno antiobrero de Prodi en la década de 1990.
En la convención nacional de IU en enero, se hizo evidente una creciente oposición dentro de la propia coalición. En una de las sesiones de la convención se aprobó una moción que criticaba las políticas implementadas por la coalición andaluza y pedía la retirada de IU de la coalición. En la propia Andalucía, como resultado de una magnífica campaña de oposición desde abajo –encabezada por Sánchez Gordillo, entre otros–, tres de los diputados regionales de IU se negaron a respaldar los últimos paquetes de recortes del gobierno. Otras mociones exitosas aprobadas, incluido el apoyo a la imposición de una política salarial de “salario de los trabajadores” para los representantes electos de IU, indican la creciente polarización entre la izquierda y la derecha dentro.
Si existiera una oposición de izquierda organizada a nivel estatal, siguiendo el ejemplo de la plataforma “IU desde abajo” en Andalucía, estos movimientos internos podrían reflejarse mucho más efectivamente en cambios en la forma en que IU y su liderazgo operan a nivel estatal. amplio nivel. Dado el impulso detrás de IU en esta etapa, con acontecimientos que lo empujan cada vez más hacia una posición como contendiente por el poder, los debates dentro y alrededor de él sobre cuestiones de política, estrategia y una alternativa socialista revolucionaria al capitalismo, son de crucial importancia. Una oposición organizada dentro de IU, que defiende una política de independencia política de los partidos capitalistas, una oposición a todos los recortes, el rechazo al pago de la deuda y a políticas socialistas de inversión pública masiva financiada con enormes impuestos a la riqueza, y la nacionalización de la Que los bancos y sectores clave de la economía rompieran con el capitalismo y la austeridad, sería un nuevo y potente factor en la vida política española.
Sin embargo, aunque es un polo central necesario en cualquier desafío al poder del capitalismo en España, en la nueva situación provocada por la crisis, IU ya no es el único espectáculo en la ciudad. La cuestión nacional, puesta en primer plano por la crisis, especialmente en las históricas comunidades nacionales catalana y vasca, ha sacudido el escenario político en general. La profunda conexión entre los crecientes sentimientos independentistas y la profunda oposición a las políticas de austeridad del gobierno central del PP ha abierto un importante espacio en la izquierda. El espacio ha sido ocupado parcial pero rápidamente por nuevas formaciones, que combinan posiciones independentistas con oposición a la austeridad y un perfil anticapitalista. En Cataluña, la CUP se presentó por primera vez a las elecciones de noviembre y de la nada obtuvo 3 diputados, y las encuestas de opinión sólo un mes después le daban el doble de esa cantidad. En el País Vasco, Bildu, una nueva formación de tradición “abertzale” (izquierda independentista), causó conmoción en las elecciones de octubre y emergió como el segundo partido.
Los avances de estas fuerzas están parcialmente vinculados a la posición insuficiente de los dirigentes de IU sobre la cuestión nacional: reconocimiento formal del derecho a la autodeterminación, pero ningún apoyo concreto a los movimientos en esta dirección. De hecho, con más del 80% de los catalanes a favor de un referéndum sobre la autodeterminación –una expresión básica de este derecho–, el líder de IU, Cayo Lara, se ha manifestado en contra, bajo la premisa de que el futuro de Cataluña es algo que debe decidir toda España. Este enfoque debe corregirse –en línea con las mejores tradiciones revolucionarias del movimiento obrero español– a favor de la defensa de este derecho tanto de palabra como de hecho.
Una tarea clave hoy es la construcción de frentes unidos, a nivel regional, nacional y estatal, de la izquierda genuina, incluida IU, y diversas formaciones nacionalistas y regionales de izquierda, como Bildu, la CUP, etc. Los ejemplos de esta estrategia se están demostrando en Galicia, donde la nueva alianza AGE (IU más nacionalistas de izquierda) había irrumpido en escena. En la última encuesta, está empatado con el PSOE en aproximadamente un 20%. Además, cuando se tiene en cuenta a la juventud, los resultados son aún más sorprendentes. ¡Entre los menores de 35 años, el apoyo a AGE es mayor que el del PP y el PSOE juntos! Ese frente único debería formarse a nivel estatal, sobre la base de una plataforma unida para un gobierno de izquierda.
Un gobierno así tendría que rechazar el pago de la deuda a los banqueros nacionales y extranjeros, y rechazar las imposiciones de austeridad por parte de las instituciones capitalistas europeas. Entonces, sobre la base de la lucha de masas y la organización democrática de base entre los trabajadores, los jóvenes, los desempleados y los jubilados, se podría luchar por un gobierno de trabajadores, basado en la propiedad pública y el control democrático de la economía y un plan de producción socialista. El impacto trascendental que tal lucha tendría a nivel internacional, especialmente en otros países europeos periféricos como Grecia y Portugal, mostraría claramente las líneas generales de una posible nueva unión de los pueblos europeos, en lucha contra la devastación –la base última para la alternativa de una federación socialista de Europa libre y voluntaria.
Incrustada en la situación en España está la necesidad de una revolución, de la imposición de una solución socialista, la única manera duradera de eliminar el estancamiento de la historia. Sin embargo, en ausencia de un movimiento con las herramientas necesarias para ganar, podría desarrollarse una situación más peligrosa para la clase trabajadora, con fragmentación nacional y el surgimiento de fuerzas reaccionarias que se aprovechan de la desesperación de capas sociales cada vez más grandes. Ya se están trazando las posibles líneas generales de tales acontecimientos, con el ascenso del reaccionario nacionalismo español o "castellano", que recuerda a la era de Franco, y el crecimiento de fuerzas como el UPyD, que expresan esto, junto con la oposición populista a la corrupción y la poder del movimiento sindical, etc. Dicho esto, el impulso de la situación todavía está en manos de la clase trabajadora, y el cambio de actitud dominante sigue siendo hacia la izquierda. Todavía existe la base para que los marxistas –a pesar de las complicaciones de una coyuntura dada– tengan confianza en el avance de la próxima revolución española.
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