A finales de mayo, negociadores del gobierno colombiano coincidieron con representantes de la guerrilla de las FARC para anunciar que habían alcanzado un acuerdo histórico en el proceso de paz del país.
La declaración marcó el final de meses de arduas y en ocasiones tensas conversaciones sobre la reforma agraria, el primero de cinco puntos de la agenda en la mesa de negociaciones en La Habana. En el comunicado de prensa conjunto, ambas partes prometieron “transformaciones radicales de la realidad rural y agraria de Colombia con igualdad y democracia”.
Sin embargo, para muchos de quienes han estado en el centro del conflicto de Colombia y de la búsqueda de la paz en el país, para que esos nobles sueños se conviertan en realidad, tanto el proceso de paz como la implementación de cualquier acuerdo final deben ir más allá de las puertas cerradas de La Habana y hacia las ciudades, pueblos y aldeas de Colombia.
El ex guerrillero Alirio Arroyave es una de esas personas, y cree que la respuesta a cómo Colombia puede convertir la retórica altruista de La Habana en una realidad colombiana reside en la promesa no cumplida de una verdadera democracia, un sueño que lo persuadió a abandonar su armas hace veinte años.
Arroyave se unió a la insurgencia después de sufrir persecución por su participación en un movimiento por los derechos de la tierra rural en la década de 1970, y finalmente encontró su camino hacia las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), todavía hoy el segundo grupo guerrillero más grande de Colombia.
Sin embargo, a principios de los años 90, se inspiró en la nueva constitución del país, redactada como parte de un proceso de paz con las guerrillas del Movimiento 19 de Abril (M-19) y el Ejército Popular de Liberación (EPL). Se unió a un grupo disidente del ELN y abandonó la lucha armada, confiado en que los derechos por los que había luchado estaban siendo consagrados en un documento internacionalmente elogiado como un modelo de valores progresistas y derechos humanos.
Veinte años después, mientras la constitución de Colombia todavía recibe elogios internacionales, el conflicto del país aún retumba. Para Arroyave, la razón de esta contradicción radica en las promesas incumplidas de esa constitución. “Esta constitución fue la razón para decir basta, hay un nuevo camino, ahora podemos iniciar un proyecto social en el marco de la nueva constitución colombiana”, dijo, “pero esta constitución se quedó estancada en el aire”.
La respuesta de Arroyave sobre cómo derribar la Constitución y construir una paz genuina y duradera esta vez es garantizar la participación de la sociedad civil, tanto durante como después del proceso de paz. “Si no hay un movimiento social que respalde el proceso de paz [el conflicto] va a seguir y seguir”, afirmó.
Para crear un medio para la participación de la sociedad civil en las conversaciones de La Habana, Arroyave ha estado trabajando para resucitar un proceso que comenzó en los años posteriores a su desmovilización: las Asambleas Constituyentes. Como forma de democracia directa, las asambleas permitían a los ciudadanos participar en decisiones sobre cuestiones como la seguridad social, el medio ambiente, la democracia y los derechos y deberes humanos. “Las Asambleas Constituyentes son una construcción alternativa de sociedad porque son espacios de participación ciudadana que permiten la consulta pública”, dijo.
En su apogeo, hubo alrededor de 300 asambleas municipales, la mayoría en el departamento de Antioquia, asolado por la violencia. Sin embargo, el proyecto fracasó después de que un gobernador entrante retirara el apoyo y la financiación porque los organizadores respondieron incorrectamente a la pregunta: ¿está usted con los participantes o está con la administración?
Al reactivar el proceso, Arroyave cree que asambleas como éstas ahora pueden actuar como un conducto para la participación de la sociedad civil en el proceso de paz. “Si logramos conectar a las comunidades con este proceso, decir – esto es nuestro, es colectivo, es comunitario – y este es el escenario en el que construimos la paz, esta es la manera de construir una verdadera democracia, de construir justicia y "Si hay paz, entonces se acabarán todos los argumentos a favor de la guerra en Colombia", afirmó.
Hasta el momento, el proceso renovado ha visto surgir 125 nuevas asambleas en todo Antioquia. Las nuevas asambleas no sólo permiten a los ciudadanos tener voz directa sobre temas como el desarrollo económico colectivo, el presupuesto municipal y la democracia y autonomía locales, sino que también discuten cómo construirían la paz en Colombia y ya han enviado una serie de propuestas redactadas por los participantes. a los negociadores en La Habana.
Sin embargo, Arroyave cree que la participación ciudadana no sólo es crítica durante las negociaciones sino también después, cuando sea cual sea el acuerdo entre la guerrilla y el gobierno, se debe implementar. Tiene poca confianza en que el gobierno colombiano actúe solo en este proceso. “No creo [que vaya a hacer cambios sociales] porque hay un gran conflicto de intereses y estamos hablando de un gobierno y un Estado que hoy representa los intereses de los grandes capitalistas, las grandes multinacionales – el Estado no ha reconocido que es un estado público”.
En cambio, cree Arroyave, corresponde a los ciudadanos del país garantizar que las conversaciones sobre desarrollo e igualdad vayan más allá de un documento firmado por el gobierno y la dirección guerrillera. “Ellos hacen los acuerdos pero somos nosotros los que tenemos que hacerlos realidad”, afirmó. Para que esto suceda, dice, los ciudadanos necesitan un mecanismo para participar, no indirectamente a través de la notoriamente corrupta clase política de Colombia, sino directamente. "Estoy seguro de que el camino hacia la paz pasa por la democracia", afirmó.
En La Habana, las FARC y el gobierno han iniciado negociaciones sobre el segundo punto de la agenda: la participación política. El foco de las conversaciones estará en cómo las FARC pueden participar de manera segura en la política después de la desmovilización.
Para Arroyave, sin embargo, la clave para una paz duradera no estará en las oportunidades que se ofrezcan a los aspirantes a políticos entre los líderes guerrilleros, sino en cómo el pueblo que los rebeldes dicen representar podrá participar en el proceso político y en la vida nacional.
“Las transformaciones que hay que hacer tienen que venir desde abajo, no creo en la posibilidad de un cambio desde arriba”, afirmó. “Es pasar de un Estado vertical, como el que tenemos hoy, a un Estado horizontal y poder construir un proyecto nacional donde todos seamos reconocidos como actores sociales y como seres humanos”.
James Bargent es un periodista independiente radicado en Colombia. Ver jamesbargent.com
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