Una característica importante de la invasión de Irak fue que los comentaristas de los medios cayeron en la obvia propaganda gubernamental. Sin esa complicidad, la invasión habría sido políticamente imposible. Sin embargo, este deliberado autoengaño se está repitiendo ahora en otra área, donde la propaganda gubernamental se está acercando a las mismas profundidades que en Irak. La gran mentira actual es que 2005 será el Año de África.
Ahora debemos creer que el hecho de que Blair sea anfitrión de la cumbre del G8 y de la presidencia de la UE en julio presenta una gran oportunidad para avanzar en la erradicación de la pobreza africana. Polly Toynbee, de The Guardian, por ejemplo, escribe que “el nuevo año es para el optimismo”, ya que “tanto Blair como Brown ven el año 2005 como la gran oportunidad que tendrá Gran Bretaña al frente del G8 para comprometer a los ricos con alivio de la deuda, ayuda, comercio justo, emisiones de carbono y África paralizada por el SIDA”. “En materia de deuda y comercio”, añade, “los laboristas han obtenido buenos resultados”.
The Independent escribe que África es “un tema importante para el señor Blair, quien ha creado una Comisión para África, que incluye a Bob Geldof, para aliviar la pobreza”. Ahora se nos informa habitualmente que Blair habla “en serio” acerca de la pobreza africana.
Sin embargo, incluso una mirada superficial a las políticas británicas es suficiente para ridiculizar esta idea. Los elogios mediáticos prodigados a Blair y Brown por los aumentos en la ayuda y el alivio de la deuda no han estado acompañados de una mención del hecho incómodo de que los países pobres sólo obtienen esos aumentos cuando aceptan aplicar políticas económicas “asesoradas” por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Esto implica invariablemente privatizar empresas y abrir aún más sus economías a la “liberalización” comercial. El efecto ha sido regularmente aumentar la pobreza y la desigualdad y hacer que el mundo sea más seguro para las corporaciones.
La Comisión África de Blair es un evidente gesto grandilocuente para captar la atención internacional que probablemente no produzca nuevas iniciativas. Si bien Blair afirma estar escuchando a África, su gobierno se ha opuesto durante la última década en la Organización Mundial del Comercio a las propuestas africanas de aplicar políticas comerciales alternativas. Dejar de vender armas a África también podría ayudar al continente, pero esto –naturalmente– está completamente fuera del radar. Como lo es cualquier noción de regular las corporaciones transnacionales.
El gran objetivo del Nuevo Laborismo es establecer un orden económico global fundamentalista de mercado, claramente delineado en los discursos de los ministros pero no mencionado en los artículos de los principales medios de comunicación.
“Queremos abrir mercados protegidos en los países en desarrollo”, así lo expresó la Secretaria de Comercio, Patricia Hewitt. O consideremos el extraordinario discurso de Clare Short ante líderes empresariales en abril de 1999, que sentó las bases para la política. Al pedir una asociación con las empresas, señaló que “la suposición de que nuestros deberes morales e intereses comerciales están en conflicto es ahora demostrablemente falsa”. El punto principal fue que “damos acceso a otros gobiernos e influencia en el sistema multilateral, como el Banco Mundial y el FMI”. Y añadió: “Ustedes son muy conscientes de las limitaciones que enfrentan las empresas en el entorno regulatorio para la inversión en cualquier país... Sus ideas para superar estas limitaciones pueden ser invaluables cuando desarrollemos nuestras estrategias de país... Podemos utilizar este conocimiento para informar nuestro diálogo con los gobiernos y las instituciones multilaterales en la agenda de reformas”.
Por eso, el Departamento para el Desarrollo Internacional se ha estado ofreciendo como un instrumento para formular políticas en interés de las empresas.
Esta estrategia es consistente con objetivos económicos pasados revelados en los archivos desclasificados. Crear climas de inversión favorables es clave. Un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores de 1968 señala que “deberíamos concentrar nuestras energías para ayudar a producir un clima económico mundial en el que nuestro comercio exterior, nuestros ingresos provenientes de invisibles y nuestra balanza de pagos puedan prosperar”. La clave para esto es un comercio global “más libre” y “aumentar nuestros esfuerzos para abrir nuevos mercados en Europa, América Latina y el Lejano Oriente”.
Los expedientes muestran que las políticas para abordar la pobreza del Tercer Mundo deben oponerse excepto cuando mejoren los intereses comerciales británicos. El Ministerio de Asuntos Exteriores señaló en 1968 que “por el momento deberíamos adoptar una actitud de 'cabeza abajo' con respecto a propuestas que, por deseables que sean en sí mismas, ejercerían una presión significativamente mayor sobre nuestra balanza de pagos, por ejemplo, los productos básicos. Esquemas dirigidos principalmente a aumentar los precios más que a la estabilidad de los mercados”.
El programa de ayuda de Gran Bretaña fue visto como “un arma en el arsenal de la política exterior”, según el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1958. Diez años más tarde, afirmó que “debemos asegurar que nuestro programa de ayuda apoye no sólo las necesidades de desarrollo de países receptores, sino también nuestras propias políticas comerciales y exteriores... Siempre que sea posible, deberíamos intentar configurar nuestro programa de ayuda para que se ajuste más apropiadamente al patrón de nuestros intereses comerciales y de inversión en los diferentes países”.
El papel de “liderazgo” de Gran Bretaña en 2005 presenta más una amenaza que una oportunidad. Los activistas deben estar a la altura de este desafío, exponer la política gubernamental y resaltar las alternativas africanas.
Mark Curtis es director del Movimiento por el Desarrollo Mundial y autor de Unpeople: Britain's Secret Human Rights Abuses (Vintage, 2004); [email protected]; www.markcurtis.info
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