En las últimas semanas he estado examinando blogs y sitios web libertarios de “libre mercado” en un esfuerzo por entender las similitudes y diferencias entre el libre mercado y los libertarios de izquierda.
El primer gran obstáculo que he encontrado es una alarmante tendencia de muchos libertarios de derecha a apelar a prejuicios populares comunes de que ciertos grupos de personas –en virtud de su origen étnico, religión, nacionalidad u otros identificadores de grupo– representan una amenaza inherente a las libertades. o la integridad del pueblo estadounidense.
Solemos escuchar este tipo de pensamiento ilógico principalmente de presentadores de programas de entrevistas de derecha, como Glenn Beck y Rush Limbaugh –generalmente en referencia a musulmanes o inmigrantes (de origen hispano o árabe)– o feministas. Sin embargo, Sarah Palin, quien como ex gobernadora de Alaska debería saberlo mejor, también dice muchas de estas cosas. De hecho, persiste en presentar a Obama como un extremista marxista musulmán –lo cual es un completo disparate– porque sabe que eso inflamará las pasiones de algunos de sus partidarios de derecha.
La falacia de la culpa por asociación
En lógica formal, esto se conoce como falacia argumentum ad hominem. Las diatribas sobre la “culpabilidad por asociación” que encuentro más problemáticas son las antisemitas. Esto me sorprende porque creí ingenuamente que hace décadas que cerramos este feo capítulo de la historia estadounidense –es decir, la campaña del magnate automovilístico Henry Ford y sus seguidores para estereotipar a los judíos como tortuosos, codiciosos de dinero y hambrientos de poder–. Simplemente no puedo entender que cualquier 21st Un comentarista del siglo XIX argumentaría partiendo de la premisa de que el origen judío o la religión de alguien lo motivaría a socavar o eludir el proceso democrático estadounidense para promover causas o proyectos específicos.
En aras de una mentalidad abierta, estoy dispuesto a admitir que hay un grupo de banqueros judíos en algún lugar conspirando contra nuestra forma democrática de gobierno. A lo que me opongo es a argumentar partiendo del supuesto de que tal grupo existe. Yo esperaría que todos los comentaristas serios ofrecieran pruebas de que hay algo innato en la herencia o religión judía de una persona que les hace hacer tales cosas, tal como espero ver pruebas cuando los científicos discuten si el cambio climático es genuino o no.
Desviar la culpa de los verdaderos culpables
Lamentablemente, estoy encontrando bastantes sitios web y blogs de derecha que culpan (sin pruebas) a una élite anónima de banqueros judíos internacionales de conspirar para socavar o eludir la democracia estadounidense. Una vez más, creo que se trata de un esfuerzo por distraer a los estadounidenses descontentos de los verdaderos culpables –bancos de la vida real como Morgan Stanley, Goldman Sachs, Bank of America y docenas de otros que acaban de quedarse con billones de dólares de dinero de los contribuyentes– y los reguladores federales (que también tienen nombres como Geithner, Paulson y Bernanke) son directamente responsables del rescate y de la decisión de no investigar ni procesar comportamientos abiertamente criminales.
Un buen ejemplo es un artículo reciente en Rense.com sobre una conspiración (principalmente judía) para desarrollar la bomba atómica y desplegarla contra Japón como parte de su deseo de 5,000 años de gobernar el mundo entero. Es una conspiración bastante complicada. Además de los Rothchild y sus diversos lacayos bancarios, también involucra a los masones (el presidente Truman era un organizador masónico), el grupo secreto Skull and Bones de Yale (aunque todos los alumnos de Skull and Bones que conozco son protestantes) y JP Morgan y los Rand Corporation (que, que yo sepa, no tiene ninguna conexión judía). Aún más preocupante es que el artículo ha sido reimpreso en varios sitios web libertarios y de derecha.
Los blogueros libertarios que complacen este tipo de superstición y prejuicio necesitan ser desafiados en voz alta y con regularidad. Además de imposibilitar un debate serio sobre las cuestiones reales, también da licencia al lobby proisraelí para acusar de antisemitismo a los defensores de los derechos humanos cuando intentan abordar cuestiones jurídicas y de derechos humanos graves relacionadas con la ocupación israelí de Palestina.
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